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lunes, 26 de octubre de 2015

Fanfic "Crepúsculo de dos mundos" - Capítulo 20

NOTA: Los personajes usados para este FANFIC son propiedad de Stephenie Meyer... Y solo de ella... Así como también su historia original.


Capítulo 20
Rencuentro en Volterra
A ojos de Jacob

Caminaba de un lado a otro en el aeropuerto, mientras Alice hablaba con un hombre de color bastante corpulento, mordisqueándome insistentemente las uñas, observando el reloj cada tanto.
—¡Alice! —grité, intentando sacarla de su amena conversación, despidiéndose al fin de él, caminando hacia donde me encontraba, entregándome el pasaporte y el pasaje de avión.
—Cálmate que todavía queda tiempo —notificó de lo más calmada, arrastrándole hacia la pista de abordaje para tomar el vuelo, mientras ella intentó que yo tomara una pequeña siesta, pero aquello fue inútil. Ni siquiera la comida la quise tocar y eso era ya decir mucho.
—Vamos, Jacob… necesito que te calmes. —Un tic nervioso hizo que mi  pierna temblara, sin que pudiese dejar de masticarme las uñas, escupiéndolas a un lado.
—Lo peor es que no puedes ver nada, ¿cierto? —Ella asintió, maldiciendo en mi interior una y otra vez.

—Pero no sirve de nada que te pongas así, ¿está bien? —No quise alegar absolutamente nada, pero ella preguntó de golpe, haciendo que el tic se me detuviera en seco.
—Amas a Edward… ¿Verdad, Jacob? —Sentí como la sangre se me subió a la cabeza, quedándome completamente mudo; simplemente observé al frente, tragando grueso, mientras ella me miró esperando una respuesta de mi parte, hasta que le respondí, sin deseos de verle a la cara.
—Pues estoy viajando a un país desconocido sin permiso de mi padre con una documentación ilegal para salvarle el pellejo… ¿Eso responde tu pregunta? —Ella me abrazó, dándome un sonoro beso en la mejilla, sonriéndome ampliamente, respondiéndole a aquel gesto de igual manera, tratando en lo posible de no verle a la cara.
~°~°~°~~°~°~°~ Diez horas más tarde ~°~°~°~~°~°~°~
Aquellas fueron las diez horas más eternas de mi vida… Bajamos del avión y Jasper ya nos esperaba en las afueras del aeropuerto con un par de autos rentados.
Me saludó y yo a él, mientras Alice comenzó a darle instrucciones.
—Bien, cielo… tú llevaras a Jacob por la carretera principal hacia Volterra mientras yo iré por el sendero largo, el cual queda más lejos de ustedes y así poder ver que trama Edward. —El joven vampiro asintió y ambos subieron a sus respectivos autos, tomando mi posición en el asiento del copiloto, mientras Alice arrancó su auto y Jasper acotaba.
—Solo espero que cuando lleguemos no sea para recoger los pedazos. —Los ojos casi me salieron de las orbitas, gritando por demás aterrado.
—¡Alice! —La vampiresa frenó de golpe, estacionando su auto junto al nuestro, mientras muy dulcemente le acotó a su esposo.
—Amor, eso no ayuda. —Jasper sonrió de medio lado, por demás divertido, mientras Alice se volvió a dirigir a su esposo, diciéndole de lo más tranquila.
—Y si Edward esta así de desquiciado creyendo que Jacob está muerto, imagínate lo que es capaz de hacerte si se entera que estaba vivo y tú te lo comiste… así que procura ni pensarlo, ¿está bien? —Le arrojó un beso y salió como alma que lleva el diablo, girando lentamente el rostro para ver a Jasper, quien sonrió perversamente ante mi cara de terror, soltó una carcajada y arrancó el auto, comenzando a sentirme algo mareado, mientras el perturbador vampiro encendió el estéreo, y palmeándome el hombro, me soltó muy cortésmente.
—Tranquilo, Jacob, después de mi último ataque he aprendido a controlarme bastante bien… mis hermanos te adoran y me prometí a mí mismo que jamás volvería a lastimar a un humano. —Asentí, justo cuando el celular del vampiro comenzó a sonar, respondiéndole velozmente.
—Dime, cielo —soltó Jasper, pasándome el aparato a mí, tomándole rápidamente mientras respondía.
—Dime que aún no es tarde —A lo que respondió.
—Fue donde ellos, pero rechazaron su petición… —Suspiré aliviado— No lo mataran sin tener un motivo de peso, así que piensa salir a la plaza que está cerca de los dominios de los Vulturi y dará un espectáculo justo a las doce del mediodía, cuando el sol está en su punto máximo, saldrá sin camisa para que vean su torso brillar ante los rayos del sol. —Comencé nuevamente a sentir mareos, pidiéndole a Jasper que fuese más rápido, observando que no faltaba mucho para las doce.
—Alice… ¿Tú estarás allí cuando yo llegue?
—No, Jake... Deberás decirle a Jasper que te deje cerca y te indique por dónde seguir… si siente la presencia de alguno de nosotros se apresurará a hacerlo… si quieres llévate el celular y yo te iré guiando, ¿está bien?
Asentí verbalmente, mientras Jasper se adentraba a las transitadas veredas, comenzando a subir las inclinadas calles de aquel lugar, intentando esquivar a los transeúntes.
—¿Por qué hay tanta gente en la calle? Maldición —pregunté por demás nervioso mientras Jasper respondió rápidamente a mi pregunta.
—Conmemoran la expulsión de los vampiros de Volterra… irónico, ¿no te parece?
—Demasiado —acoté de mala gana mientras uno de los policías que resguardaban la zona hizo detener el auto.
Comenzó a decirle cosas a Jasper en italiano, a lo que este respondió de igual manera, volviendo a ver mi reloj de pulso.
—Jasper, por Dios… faltan diez minutos… ¿Quieres deshacerte de ese tipo? —Pero el vampiro negó con la cabeza, respondiéndome calmadamente.
—No me dejarán pasar el auto, Jacob… desde acá debes ir solo… Alice te dirá por dónde ir. —Asentí, saliendo apresuradamente del vehículo, subiendo por donde Jasper me había indicado, adentrándome en aquel mar de gente con túnicas rojas.
Comencé a recordar el día en el que había soñado con este lugar, con aquel mar de caras y túnicas escarlatas, comprendiendo al fin, que aquello había sido una premonición, era algo que no se iba a poder evitar y que yo debía cumplir, sin saber si era por castigo, al haberle dejado ir o por amar a un imposible, pero lo aceptaba gustoso si él volvía con vida a mí.
¿Y si no era así?... ¿Y si él después de todo quería seguir alejado de mí?... Pues no haría nada para impedírselo… Pero debía de darme una muy buena explicación del por qué.
Seguí empujando y golpeando a cuanto idiota disfrazado se me atravesaba, recordando que Alice seguía en la línea.
—¿Alice? —pregunté apremiante, a lo que la vampiresa contestó al instante.
—Aquí estoy, rey… Dime, ¿por dónde vas? —Volteé a todos lados.
—Aamm… hay dos calles… una sube y la otra baja.
—Sube, Jacob… Intenta ir hacia donde van todos. —Comencé a correr de nuevo, adentrándome más entre la gente, la cual no paró de subir y atravesarse en mi camino, donde unos soltaban un montón de cosas en su idioma, imaginando que eran maldiciones en mi contra, pero aquello me importaba en lo más mínimo. Por mí podían estarme recitando el arsenal de vulgaridades romanas y yo seguiría corriendo en busca de mi objetivo.
Allí estaba… Aquel reloj en lo alto de la torre más elevada de la plaza italiana, el cual marcó las once y cincuenta y ocho, trancando el teléfono e intentando abrirme espacio entre la multitud divisando el rostro de Edward, el cual observó con mirada perdida el suelo, comenzando a quitarse la camisa.
Corrí nuevamente, sintiendo como el corazón golpeó insistentemente mi pecho, mientras mi cuerpo temblaba.
“Cálmate… no es momento de entrar en fase ahora, maldito estúpido”, me dije a mí mismo, intentando controlar mis emociones, las cuales se agolparon todas al mismo tiempo, pretendiendo sacarme completamente de control.
“¿Edward pretende hacer un show?… pues tú no vas a montar un espectáculo de Broadway justo en este lugar infestado de vampiros”.
Una enorme fuente se interpuso entre él y yo, logrando saltarle de manera olímpica, ya el reloj comenzó a dar las doce y las insistentes campanadas le indicaron al vampiro suicida que era hora del espectáculo.
Arrojó la camisa al suelo, y justo en el momento en que pretendió salir, me abalancé sobre él, cómo beisbolista intentando llegar a Home, donde ambos caímos al suelo con gran ímpetu, abrazándome fuertemente a él, quien susurró a mi oído.
—¡Vaya!… que rápido actúan. —Me incorporé un poco, contemplando como mantuvo los ojos cerrados, lanzándole un puñetazo en plena cara, gritándole en un tono alterado.
—Abre los ojos, maldito idiota —Pero el dolor que comenzó a socavar mi mano derecha me demostró que era una completa estupidez el querer golpear a un vampiro— Aahuch… maldición… —Edward abrió los ojos, levantándose y ayudándome a levantarme, revisándome la mano rápidamente— ¿Qué demonios crees que estabas haciendo?
Le pregunté apremiante, mientras él enfocó su ennegrecidos ojos sobre mí, levantando lentamente la mirada, donde ambos nos contemplamos, absortos del mundo que nos rodeaba.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, sintiendo el corazón en mi estómago, revolviéndoseme las entrañas donde una bandada de murciélagos parecían estar revolotearme en las entrañas.
—La pregunta es, ¿qué haces tú aquí? —Volví a bajar el rostro, enfocando mis ojos en la mano herida, la cual comenzó a inflamarse, observando de soslayo a las afuera de aquel lugar, mientras él hacía lo mismo, encaminándose hacia las puertas de la torre y cerrándolas rápidamente.
—Pues un vampiro idiota que pretendía montar un espectáculo de luces de neón con su cuerpo en la plaza de Volterra hizo que yo comprara el primer boleto para la única función disponible… la de las doce del mediodía.
Edward sonrió, acercándose nuevamente a mí, observándome fijamente a los ojos, mientras yo contemplé lo de él, los cuales me indicaron que tuvo la intención de matarse de hambre y eso se le estaba haciendo lento y frustrante.
La hinchazón al fin comenzó a bajar y los huesos a retomar su lugar, justo cuando el resonar de unos tacones nos indicaron que alguien se acercaba.
—¿Jacob?… Ve a la plaza y espera a Alice que de seguro debe de andar por acá.
Volteé a ver quien se acercaba y tres figuras con largas túnicas negras se nos fueron acercando cada vez más.
—No me voy a ir sin ti —No supe de dónde rayos habían salido aquellas reveladoras palabras, pero el ver que le habían hecho sonreír, me hizo sentir completamente estúpido—. Quise decir que… —Pero Edward comenzó a empujarme hacia la puerta, alegando que debía salir de allí.
—Un momento —ordenó una voz femenina algo aniñada, pero lo bastante fuerte como para hacerme detener y voltear a verle—. Aro desea verlos… a ambos —acotó la chica, arrojándole una túnica para que Edward se cubriera, colocándosela raudo, tornando el rostro serio, siendo Alice la que irrumpiera en aquel lugar con su radiante sonrisa.
—Hola, hola… ¿Cómo están, chicos? —La joven rubia la ignoró, comenzando a caminar de nuevo por donde había arribado— Síganme. —Volteé a ver a Edward, el cual observó a las dos escoltas de la chica, quienes le miraron con desdén, mientras Alice me abrazó, comenzando a caminar sin soltarme, guiándome por los pasillos, siendo Edward quien me flanqueara del otro lado, posándome la mano sobre mi hombro.
—No tengas miedo. —Volteé a verle, respondiéndole de lo más calmo.
—¿Quién te dijo que tenía miedo? —Edward volteó a verme, sonriéndome mientras me espelucaba el cabello.
Entramos en un pequeño ascensor, donde nos encontrábamos todos aglomerados, sintiendo como el aparato comenzó a bajar, siendo yo quien comenzara a tararear una tonta canción que se me había venido a la mente, sintiendo como todos voltearon a verme, mirándoles de igual modo a cada uno de ellos, preguntándoles de lo más tranquilo.
—¿Qué?... deberían de tratar de ponerle música de ambiente a esta cosa ¿Saben?... es desestresante y tranquiliza los nervios ante la espera.
Edward apretó los dientes, negando con la cabeza y Alice me abrazaba con mayor fuerza sonriendo de manera nerviosa, mientras los tres vampiros italianos me observaron fulminándome con la mirada, volviendo a retomar sus rígidas posiciones, encogiéndome de hombros.
Las puertas al fin se abrieron y un gran corredor se dibujó frente a nosotros, comenzando a caminar por él, mientras una hermosa rubia nos dio la bienvenida en italiano, ya que la palabra “Benvenuto” ya la había escuchado antes y conocía su significado, volteando a ver a Edward, preguntándole en susurros.
—¿Por qué tienen a una humana de secretaria?... ¿No es más fácil pagarle a una secretaria vampira con sangre que a esta?... De seguro pide hasta seguro social y adelanto de prestaciones laborales.
Edward negó una vez más con la cabeza, aguantándose las ganas de soltar una carcajada, mientras que Alice posó su dedo índice en mis labios, siseando para hacerme callar.
Entramos a un salón muy a lo rey Enrique VIII… con largas cortinas y pilares enmarcados con figuras religiosas y al fondo tres tronos donde yacían tres imponentes vampiros.
Por un momento pensé en los tres reyes magos, no supe porqué, pero había pensado en aquella estupidez, decidiendo que era mejor callármelo, imaginando que ya había dicho suficiente impertinencias.
—¡Mis señores!... —exclamó la pequeña rubia, la cual había sido llamada Jane por otro joven vampiro al entrar en el salón, enfocándose en los tres vampiros al fondo.
Uno de los vampiros, el de cabello largo y negro, el cual se encontraba en medio de los otros dos, se levantó rápidamente, sonriéndome y observándome, enfocando luego sus ojos color carmesí sobre Edward, con cara de fascinación.
—Qué maravilloso… ¿No te da gusto el que no hallamos accedido a tu petición? —Edward asintió, mientras el imponente vampiro me miró fijamente a los ojos, justo cuando Edward nos presentó llamándole por su nombre, percatándome como aspiró el aire, intentando percibir mi aroma.
—Mmm… ¿Cómo logras soportar el estar tan cerca del chico?
—Con bastante dificultad debo de admitir —respondió Edward, mientras los demás vampiros no pararon de mirarme como si fuera el plato principal, comenzando a sentirme algo incómodo, frotándome ambas manos, contemplando que la lastimada ya se había curado por completo.
—¡La tua cantante!... que derroche y exquisitez. —Edward se interpuso entre el vampiro y yo, mientras este sonreía, volviendo a hablar en un italiano fluido.
—¡Il suo sangue canta per te!... che li rende perfetti per l'altra.
Volteé a ver a Edward, pero este no dijo nada, simplemente puso esa cara de apenado que siempre ponía cuando algo le debía causar sonrojo, mientras que el vampiro volteó a verme, preguntándome apremiante.
—Imagino que tu también sientes lo mismo que siente él por ti.
Sentí en segundos como los colores se me subieron al rostro, bajando la mirada, logrando que el vampiro soltara una divertida carcajada, alzando la mano hacia mí, posándola enfrente.
—Ese rostro dice más que mil palabras… pero, déjame ser yo quien descubra eso. —Volteé a ver a Edward de nuevo y este me explicó que Aro poseía el mismo don que él, pero no a la distancia sino de manera táctil, contemplando como siguió esperando a que yo posara mi mano sobre la suya.
—Me das tu mano, pequeño Giacobbe —exigió el vampiro pronunciando mi nombre en italiano.
Tragué grueso y tratando de calmar los ánimos, respondí de manera entretenida.
—Pues… Con tal de que no sea en matrimonio.
Aro sonrió por demás divertido, mientras los demás parecían estatuas sin articular ni gesticular un solo músculo, colocando mi mano sobre la de él, contemplando como cerró sus ojos para intentar concentrarse, abriéndoles nuevamente, tornando el rostro serio después de soltar mi mano, notificándonos en tono cortante.
—No puedo ver nada.
Suspiré aliviado al igual que Alice y Edward, pero luego pude percibir como este último se tensó, de seguro al escuchar en su mente los pensamientos de Aro sobre su próximo movimiento.
—Jane, querida… ¿Probamos a ver si el joven Jacob es inmune a todos nuestros dones?
No había terminado la frase cuando Edward ya había soltado un “No” que retumbó por todo el lugar, abalanzándose sobre la pequeña rubia, la cual enfocó sus ojos en él, logrando que Edward comenzara a convulsionar, cayendo al suelo con el rostro completamente distorsionado ante el dolor.
—No… ¡por favor, no!… —Grité al ver como el chico sufría, mientras Alice le imploraba a Jane que se detuviera.
—Jane, querida —le llamó el vampiro líder, mientras ella dejó de infundir el don que poseía con Edward, enfocándose en mí, al ver que su amo me señalaba.
—Dolor —soltó ella, cerrando rápidamente los ojos, esperando la descarga de dolor en todo mi cuerpo, pero no ocurrió absolutamente nada, volviendo a abrir los ojos, contemplando como la chica hacia todo su esfuerzo en vano.
Aro aplaudió y rió por demás divertido, mientras los otros dos vampiros desde sus tronos me miraron con cierto odio, y la rubia se encontraba completamente frustrada, donde Edward aprovechó para levantarse del suelo, ayudado por su hermana, volviendo a tomar sus puestos uno a cada lado de mí.
—Aro, deja de jugar y termina con esto de una vez… el chico sabe mucho y ya sabes lo que tienes que hacer —acotó el más anciano de todos ellos, mientras que el rubio platinado asintió a aquellas palabras.
—¡Félix! —escuché decir a este último, observando como una de las escoltas de Jane se acercó a mí, haciendo que Edward le saltara encima, colocándome a sus espaldas, mientras el otro guardia sostuvo a Alice por el cuello.
El tal Félix arrojó a Edward contra el suelo y contra las paredes una y otra vez como si fuera tan solo un muñeco de trapo.
“Yo no vine hasta aquí para ver cómo te asesinan… reacciona, Jake, reacciona”.
Me dije a mí mismo mentalmente, sacándome la camisa y entrando en fase, desgarrando por completo mis jean, rugiéndoles con fuerza, logrando que dicho rugido retumbara en un eco estruendoso que hizo que todos los presentes quedaran inmóviles y en un repentino estado de shock.
Jane se echó hacia atrás, mientras Aro me observó por demás entretenido y los demás se miraron los unos a los otros esperando las órdenes de su líder.
Me coloqué en frente de Félix, rugiéndole con furia desmedida para que soltara a Edward, logrando mi cometido al incitarle, arrojándose contra mí, comenzamos una batallar campal, mientras Edward trataba de reponerse, del último golpe que lo había dejado mal trecho.
Por mi parte mantuve a Félix contra el suelo, intentando que mis fauces le aprisionaran el cuello para arrancarle la cabeza, pero Aro llamó nuevamente a la pequeña vampira, observándome con malicia.
—Jane… ahora. —La chica volvió a enfocarse nuevamente en mí y esta vez la sensación de dolor que infundió sobre mi cuerpo fue tan agudo, que terminé retorciéndome en el suelo.
Él lo sabía, de seguro lo había visto en alguna de las visiones que le había mostrado Edward, donde pudo ver como Edward accedía a mis pensamientos al entrar en fase; Aro pretendía probar esa teoría con el don de Jane, y en efecto, había caído en aquella vil trampa suya.
Edward corrió hacia Jane para detenerle, pero Félix se le interpuso de nuevo, mientras Aro caminó hacia el joven que me había informado del nombre de Jane, el cual trajo consigo un pequeño asador con brasas ardientes y dentro un fierro de forja de esos que se usan para marcar reses con el escudo Vulturi al rojo vivo.
Aro tomó el fierro en sus manos, mientras Jane me mantuvo en el suelo, aún, retorciéndome de dolor.
—No… No… —gritó Edward, completamente descontrolado, mientras que el rubio platinado de larga cabellera, rodó los ojos, en un gesto de hastío.
—¿Qué planeas hacer, Aro? —El aludido, sin dejar de acercarse a mí, le respondió.
—Quiero al lobo de esclavo y mascota. —Pretendí rugirle, pero la pequeña vampiresa siguió infundiendo su don sobre mí, logrando que no pudiera atacar a su líder.
—Un momento —interrumpió Alice, a lo que Aro se detuvo, observándole con desdén.
—No puedes reclamarlo como tuyo… no te pertenece. —Ella observó a Edward, el cual leyó la mente de su hermana y lo que intentaba hacer, sin que me gustara en lo más mínimo lo que ese par se tramaba, pero sin duda no había de otra.
—Eso es justo lo que estoy haciendo ahora, hermosa Alice —respondió Aro, posando el fierro muy cerca de uno de mis costados, observando cómo Edward lanzó algo al asador, retomando la pelear con Félix, al igual que Alice lo hacía con su captor, mientras yo le lanzaba mordiscos a Aro intentando alejarle de mí, donde Edward me habló mentalmente.
“Sal de fase… ¡Ahora!”.
Intenté salir de fase, pero el dolor que la chica Vulturi infundía sobre mí me lo impedía. Alice, entre la pelea con Demetri, pateó el fierro que Aro sostuvo en sus manos a un lado, mientras Edward arrojó al tal Félix contra el asador, donde todos los trozos de carbón ardientes cayeron al suelo, logrando que la túnica de Jane comenzara a prenderse en llamas, dejando al fin de infundir su don sobre mí, saliendo rápidamente de fase con total facilidad.
Edward se arrojó con ímpetu al suelo, tomando lo que había lanzado al asador y tomándome por los hombros me levantó el torso, mientras aún me encontraba de rodillas, posándose detrás de mí, pegando en mi pecho el escudo Cullen que este poseía en su muñequera de cuero, soltándole a Aro de un modo contundente.
—Tomo en posesión la vida de Jacob Black como mi propiedad.
Cerré los ojos, aguantándome aquel pedazo de plata ardiente, el cual se adhirió a mi piel, marcándola con el escudo Cullen mientras Aro gritó completamente derrotado.
—Nooooo… —Maldijo y profirió las mil y una palabrotas en italiano, mientras todos los presentes se quedaron atónitos ante lo que había sucedido.
Edward apartó el pedazo de metal, levantándome rápidamente, disculpándose conmigo entre susurros.
—Lamento todo esto, Jake. —Negué con la cabeza, percibiendo como el chico me ponía la túnica que cargaba encima, cubriendo mí desnudez, mientras él tomaba mi camiseta, colocándosela rápidamente.
—Lamento todo esto, Aro… en verdad no queríamos causar problemas —le acotó Alice a Aro, mientras que el vampiro simplemente hizo un ademán con la mano, incitándonos a que nos fuéramos.
Su rostro dejo entrever un odio desmedido y una frustración que no le cabía en la cabeza.
Edward me abrazó por los hombros y me encaminó hacia la puerta, mientras Alice se posó del otro lado tomándome de la mano, sintiendo como mi cuerpo temblaba de tanto dolor, pero no dejé de caminar hacia la salida.
Se comenzaron a escuchar voces y pasos que se acercaban, repentinamente nos vimos rodeados por un montón de turistas guiados por una vampiresa bastante atrayente. No me había fijado que Demetri nos escoltaba hasta que este habló.
—Mmm… me guardas algunos… se ven deliciosos, mi hermosa Heidi. —Ella asintió divertida, lanzándole un beso mientras contemplábamos todos esos rostros que muy pronto serían la cena de aquellos monstruos chupa sangres, comenzando a sentirme enfermo al ver varios niños entre el grupo.
—¿Edward? —solté casi en un susurro, pero el chico solo me apretó aún más contra sí mismo, respondiéndome.
—Pronto saldremos de aquí, cachorro.
Volteé a ver a Alice, la cual no dijo nada, mientras se comenzaban a escuchar los gritos desgarradores de aquellas personas que jamás volverían a sus países, sintiendo como las lágrimas comenzaron a fluir solas, percibiendo como Edward tapó mis oídos, saliendo al fin por otra puerta muy diferente a la que habíamos entrado, escuchándole decir Demetri.
—Cuídense… Aro no da segundas oportunidades.
Edward volvió a destapar mis oídos, abrazándome de nuevo por los hombros, mientras un auto frenó de golpe en frente de nosotros.
—¿Alguien pidió un taxi? —preguntó Jasper tratando de sonar gracioso, mientras Edward abrió la puerta de atrás, ayudándome a introducirme al auto, siendo Alice la que tomara el asiento del copiloto, abrazándose a su esposo, pidiéndole que nos sacara de allí.
Jasper asintió y arrancó a toda velocidad al ver que Edward cerraba al fin la puerta, mientras Alice tomó su celular y comenzó a hablar con Carlisle, afirmándole que todos estábamos bien, observando como Jasper le entregó los boletos de avión a la chica, quien lo besó dulcemente en los labios, mientras yo seguía en shock ante todo lo que había sucedido.
—Perdóname, soy un completo idiota… mira en el lío en el que te he metido por mi estupidez. —Reaccioné ante sus palabras, comenzando a limpiarme las lágrimas, negando con la cabeza.
—No… Tranquilo, no pasa nada. —Fue lo único que pude articular, dejando caer mi cabeza sobre su hombro, cerrando los ojos, intentando no pensar en aquellas personas, los cuales de seguro ya se encontraban todos tendidos en un mar de sangre.
Sentí como su mano se posó sobre la mía, sin poder decir absolutamente nada, simplemente deseaba dejar aquel país y volver a la tranquilidad de Forks, comenzando a sentir un poco de paz ante el dolor físico y mental que había dejado aquel tormentoso día con tan solo ese pequeño contacto entre Edward y yo.

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