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lunes, 5 de octubre de 2015

Fanfic "Crepúsculo de dos mundos" - Capítulo 18

NOTA: Los personajes usados para este FANFIC son propiedad de Stephenie Meyer... Y solo de ella... Así como también su historia original.


Capítulo 18
Hace ya un mes
Brasil
A ojos de Edward

¿Por qué se le era tan fácil para los humanos el terminar con sus miserables vidas?... Mientras ellos añoraban la inmortal, yo pensaba que era la más cruel de las torturas el vivirla sin tenerlo a él a mi lado.
Contemplaba una manta raya, la cual pasó muy cerca de mí, con el aguijón al acecho, a causa de mi cercanía.
“Pobre”, pensé ante la decepción de aquel animal de ver como su veneno no infundiría tan siquiera dolor alguno en mí, el cual solo me lo causaba la distancia que había decidido poner entre Jacob y yo.
Había pasado casi dos horas debajo del agua sintiéndome hastiado. Quizás en otra ocasión esto lo habría disfrutado, pero dadas las circunstancias, hasta lo más maravilloso me parecía tan solo una piedra más en el camino.

Comencé a caminar hacia la orilla, percibiendo los fuertes rayos del sol, los cuales hicieron brillar mi piel, suspirando como si necesitara que mis pulmones se llenaran de oxígeno, pero solo lo hacía para recordar el porqué me encontraba en isla Esme.
Tomé la toalla de baño, colocándomela en los hombros, escuchando el repique de mi celular, contemplando en el reloj de pared, percatándome que eran las tres y algo de la tarde, comenzando a secarme, caminando hacia la cama, observando la pantalla del celular.
“Alice”.
Suspiré por demás fastidiado, arrojando la toalla a un lado, ignorando el maldito aparato, el cual no dejó de sonar.
Tomé un bóxer y luego un pantalón de algodón con cintura elástica, colocándome ambas cosas, caminando hacia la sala, donde me arrojé en el suelo a contemplar las vigas del techo, mientras el celular al fin dejó de repicar.
El rostro de Jacob Black volvió a mi mente de un modo tan real que tuve el irrefrenable deseos de alzar la mano a ver si podía percibir su calor, pero simplemente cerré los ojos con unas ganas inmensas de gritar y de poder sacar todo este dolor que llevaba acuestas, pero era tan cruel esta maldición, que hasta me habían arrebatado el don del llanto y de poder descargar todo este dolor que me traspasó por completo el pecho.
Me hice un mohín en el suelo con los ojos cerrados, mientras el celular volvió a sonar, sacándome de mis pensamientos, rugiendo y golpeando el piso, completamente irritado. Me levanté rápidamente en busca del aparato que estaba a punto de ser arrojado en contra de la pared, observando la pantalla, contemplando que esta vez era Esme.
Traté de controlar mi mal humor, y suspirando, me recosté de la cama, pulsando el botón para contestar.
—Madre. —Aquello le mataba de amor… y siempre deseó que le tratáramos como tal, así que simplemente intenté darle gusto.
—Cielo, me tienes preocupada… todos tus hermanos te han llamado, todos los días y tú no has dado señales de vida.
“¿Vida… Esto era vida?”, pensé imaginándome que la definición de vivir era sentir, sonreír, disfrutar, amar, respirar… y ninguno de aquello sentimientos representaba lo que Esme consideraba como vida.
—Pues ya saben que estoy bien. —Si aquello se podía llamar estar bien al estar sin mi cachorro, como yo en mi mente una vez lo contemplé, ya que él era mucho más joven que yo, para mí por consiguiente era un cachorro de lobo que jugaba a ser adulto.
—Carlisle quiere hablarte. —Rodé los ojos.
—Ya dije que estoy bien, mamá, no quiero hablar con nadie, solo deseo estar solo. —Pero justo en lo que terminé de hablar, la voz de Carlisle se dejó escuchar muy pausadamente en el auricular.
—Hijo… ¿por qué te haces esto?... Alice ha estado intentando espiar a Jacob por medio de las vivencias de los demás cuando están lejos de él y al parecer no sirvió de nada, ya que Sam… —Pero antes de que él terminara su alocución, yo ya había culminado la llamada y apagado el celular, introduciéndome debajo de las sábanas, con aquel deseo punzante de llorar, lo cual no me dejó en paz, ahogándoseme en la garganta sin poder conseguirlo, quedándome inerte con mi dolor acuesta, sin mover ni un solo músculo.

Forks
A ojos de Jacob

Había pasado un mes desde que los Cullen habían salido de mi vida, Sam pensó que era buena idea despertar los genes de Quil, así que muy a mi pesar, no había quedado de otra.
Sam le había mostrado nuestro lado lobezno de la manera más abrupta, donde el chico casi se desmaya de la impresión, para luego alegar que estaba más que encantado ante la posibilidad de ser como nosotros, y Sam tuvo la brillante idea de decirle que él también poseía don.
Todos los días me venía con el mismo deseo de ser uno de nosotros, que no me quedó de otra más que darle lo que tanto anhelaba, aunque no me la pasaba con ellos.
Contemplé toda la cafetería desde la mesa donde los Cullen solían sentarse, mientras todo a mí alrededor seguía igual que siempre, los Quileutes en una mesa, los populares en otra, el equipo de básquet en una esquina molestando con el balón, y Mickey Newton se vanagloriaba de ser el nuevo capitán del equipo ante mi renuncia.
Nada me importaba en esta vida… nada sería igual nunca más, no podía dejar de torturarme una y otra vez con la posibilidad de un tal vez, de un nosotros, de unas miradas que jamás se dieron o unas palabras que jamás se dijeron.
Sentí como una lágrima comenzó a correr por mi mejilla, secándola rápidamente, tomando mi mochila, saliendo de la cafetería, observando mi reloj de pulsera, percatándome que eran las diez de la mañana y ya no tenía más clases que ver. Caminaba hacia el bus del colegio, ya que la motocicleta necesitaba reparaciones y no tenía el dinero suficiente para hacerlo.
—Jacob. —La voz de Bella me hizo voltear a verle, observando cómo me llamó con una ademán de la mano, suspirando e intentando tornar el rostro calmo, caminando hacia la chica, tratando de sonreírle… aunque de seguro aquello terminaba siendo una mueca lo bastante burda para que ella la creyera.
—Hola Bella… ¿Qué cuentas? —La chica abrió la puerta de su camioneta, y arrojando la mochila dentro, señaló el interior del vehículo, preguntando muy cortésmente.
—¿Te llevo? —Arqueé una ceja ante aquello, sin duda que el ir en el bus del colegio, el cual me dejaría bastante lejos de mi casa, a que Bella me llevara, era bastante la diferencia.
—Mmm… no sé… ¿Cómo van tus dos pies izquierdos? —Ella me golpeó en el hombro, sonriéndome mientras respondió algo apenada.
—Pues, se están poniendo de acuerdo… Mmm… vamos, Jake… ¿no me dirás qué prefieres irte en el bus del colegio? —Negué con la cabeza, entrando al fin a la camioneta, la cual había sido mía hace ya dos años atrás, observando como la chica subió y arrancó el vehículo, comenzando a salir del aparcadero mientras preguntaba.
—¿Qué le sucedió a tu motocicleta? —El recuerdo de lo que en verdad había ocurrido me dio un fuerte golpe en el pecho, intentando ignorar aquel dolor mientras respondía.
—Pues tuve un accidente y quedó muy maltrecha… ¿y la verdad?... no tengo como repararla… ya que necesito piezas que son algo costosas. —Ella asintió, encendiendo la radio.
—Pues en el deshuesadero hay bastantes motocicletas inservibles que de seguro tienen lo que tú necesitas… si quieres vamos hasta allá y vemos que te puede servir, ¿te parece? —Le sonreí asintiendo, enrumbándonos al lugar en cuestión.

Brasil
A ojos de Edward

Ya no era mi celular él que repicaba, el teléfono de la casa comenzó a sonar una y otra vez sin parar, habían pasado tres horas desde que había adoptado aquella posición en la cama debajo de las sábanas, sin moverme ni pestañear tan siquiera; cualquiera que me hubiese encontrado en aquel lugar hubiese pensado que había muerto… y en cierto modo lo estaba.
Cerré los ojos al fin, moviéndome sobre la cama, logrando que las sábanas se movieran y mi rostro quedara al descubierto, contemplando el horizonte, mientras un crepúsculo se dibujó frente a mí.
Volteé el rostro, levantándome de la cama, tomando el teléfono de mala gana.
—Diga.
—Edward no cuelgues, por favor —la voz de Alice suplicó para luego proseguir—. Sam y Quil ya despertaron sus genes lobeznos, Eddy, no vale de nada que te sigas torturando y lo sigas torturando a él, escúchame… —Pero le interrumpí con un tono de voz bastante déspota.
—¿A él?... ¿Qué se lo haga a él?... ¿Tú qué sabes, Alice?... le confesé mis sentimientos… le dije lo que sentía por él y él se quedó en shock… ¿Qué te dice eso? —Ella suspiró intentando calmarse para luego argumentar.
—¿Acaso lo dejaste explicarse?... ¿Acaso él te despreció o te empujó cuando lo abrazaste? —Bufé por la nariz, negando con la cabeza.
—Alice, por favor… crees que Jacob Black… el chico más popular del colegio… el chico por el que casi todo el gremio femenino de ese colegio suspira va a… a… —Las palabras no me salieron, ya que, aunque Alice y yo habíamos hablado el día que me acompañó hasta acá sobre mis sentimientos, me costaba el expresarlos con libertad.
—¿A corresponderte? —Completó Alice, mientras yo me arrojaba en el suelo, arrodillado ante la posibilidad de que aquello sucediera, y simplemente al escuchar como ella retomó la conversación, tranqué el teléfono.
“¿Qué Jacob me correspondiera?”... Imposible, él era tan varonil, tan hombre… que no me cabía en la cabeza que él pudiese sentir algo por mí, donde lo más seguro era que diera las gracias por haberme ido lejos.
El teléfono sonó de nuevo, y tomándole entre mis manos, lo destrocé, haciéndolo trizas.
—DEJENME EN PAAAAAZ —grité, arrojando lo poco que quedó del teléfono en contra una de la pared, desplomándome nuevamente en el suelo, volviendo a sentir aquel deseo de llorar que no podía quitarme, donde solo pude gemir como si algo doliera en mi interior, mientras la noche cubrió toda la isla y yo simplemente me quedé de nuevo inerte, contemplando la luna.

Forks
A ojos de Jacob

Hacían ya las tres y algo de la tarde en Forks, cuando llegamos en la camioneta de Bella a mi casa, con un montón de piezas de segunda para mi motocicleta, bajando raudo del vehículo, sonriéndole a la chica, mientras quitaba la lona que cubría las piezas en la parte de atrás.
—No sé como agradecerte lo que has hecho… prometo pagarte ese dinero, Bella… en verdad.
Ella negó con la cabeza, arrojando la lona al suelo, colocando todas las piezas sobre estas para llevarlas al granero de la casa, donde tenía la moto completamente desmantelada.
—Hagamos algo, si la arreglas y queda como nueva, prométeme que me enseñarás a conducirla y quedamos a mano. —Solté una carcajada, arrastrando la lona, sin mayor esfuerzo, aunque habían bastantes piezas como para que un humano normal no pudiera con aquello.
—Pues no creo que Charlie le agrade la idea. —Ella bufó por la nariz, observando asombrada como moví la lona como si nada.
—Pues no dije que él tenía que saberlo, ¿o sí? —La verdad era que no tenía cómo pagarle el dinero, así que asentí a su petición.
—Ok, Bella… tú ganas, ¿vale? —Ella sonrió y aplaudió complacida, abriéndome la puerta del granero, dejando la lona en medio de este, señalando la motocicleta.
—¡Vaya!... sí que quedó en mal estado —alegó ella, respondiéndole apremiante.
—Pues sí… pero tengo mis habilidades, ¿eh? —Ella asintió, dándole crédito a mis propias palabras, acariciando el tanque de gasolina, donde aún se encontraba la calcomanía de lobo. Volteé el rostro, ignorando aquello, agachándome para revisar las piezas que Bella y yo habíamos encontrado en el deshuesadero.
—Recuerdo que una vez nos comentaste a Ángela y a mí que esa calcomanía de lobo te la había regalado Emmett Cullen, ¿no es así? —Asentí sin dejar de revisar las piezas, tornando el rostro serio— ¿Por qué crees que los Cullen se fueron de esa manera?
No pude creer que justo ella hiciera la pregunta del millón de dólares, encogiéndome de hombros, levantándome para buscar la caja de herramientas.
—Ustedes eran muy amigos, ¿no? —preguntó ella, haciéndome golpear bruscamente la pieza que tenía en la mano en contra de la caja de herramientas, volteándome para mirarle con desdén.
—¿Te puedo pedir un favor? —Ella me observó por demás asustada ante mi repentino ataque de rabia, asintiendo a mi pregunta, introduciendo sus manos dentro de la chaqueta que traía— No me hables de los Cullen, te lo voy a agradecer.
Ella asintió, volteando el rostro completamente apenada, comenzando a sentirme mal, dejando todo en la mesa, acercándome a ella, tomándole por el brazo, volteándola para que me viera.
—Lo siento… no quise gritarte… es solo que me incomoda el tema. —Ella me sonrió, dándome un puñetazo en el estómago de manera juguetona, siendo ella la que se quejara de dolor.
—Woow… en serio, Jake, debes dejar los anabólicos, son malos para la salud. —Solté una carcajada, espelucándole el cabello.
—Loca. —Por un momento recordé que solo a Alice la llamaba de aquel modo y mi rostro volvió a tornar serio.
—¿Te encuentras bien? —No respondí y simplemente me volteé para tomar la pieza que había dejado sobre la caja, sintiendo humedecérseme los ojos… suspirando varias veces, intentando controlar todo aquel dolor que amenazaba con salir.
—Jake… lamento si dije algo que te molestara. —Intenté mantener mi careta, sonriéndole, mientras negaba con la cabeza
—No pasa nada, Bella… todo bien —Le espeluqué el cabello nuevamente, caminando hacia la motocicleta—. Manos a la obra, pequeña.
Ella me miró de malas, alegando que era mayor que yo y un montón de tonterías sobre la edad. Si bien jamás pensé en llevarme de esa manera con Bella, aquello me estaba ayudando mucho a sobrellevar todo el mal humor y el dolor que esta soledad de no tenerle trajo a cuestas.
Pasamos toda la tarde arreglando la motocicleta hasta que mi padre se acercó al granero e invitó a Bella a quedarse  a cenar… aquello me incomodó, ya sabía por dónde venía su amabilidad, pero no dije nada siendo yo mismo quien le ofreciera quedarse… a lo que aceptó encantada y entre risas y cuentos sobre los Quileutes, pasamos una agradable velada los tres, aunque yo por mi parte no dejaba ni por un segundo de pensar en él.

Extra

Alice trancó el teléfono de mala  gana ante el corte que Edward le había dado, sin dejar que esta terminara su alocución.
—Maldición —espetó la pequeña vampira, sentándose de mala gana, mientras Jasper se sentó a su lado, tomándole su mano.
—¿Qué sucede? —preguntó Carlisle, donde Alice comenzó a explicarle, como Edward no quería entrar en razón, mientras Emmett y Rosalie, observaron el rostro de Esme, completamente descompuesto.
La rubia se acercó a su madre adoptiva, abrazándola muy fuerte por los hombros, mientras Alice tornó el rostro inexpresivo.
—¿Alice? —preguntó Carlisle, acercándose a ella, mientras Jasper apretó con fuerza su mano, intentando controlar su estado catatónico con su don.
—Veo a los Quileutes en un ritual para elevar el alma de uno de ellos que ha muerto. —Todos se quedaron inmóviles mientras la chica prosiguió.
—Están todos los amigos de Jacob y hasta el padre de este que acaricia la urna con una de sus manos y el rostro descompuesto…—Ella dejó de tener esa postura tensa, observando a Carlisle y a Esme, argumentando con el rostro casi intangible—… si puedo ver esa visión es porque Jacob no estaba vivo para ese entonces, es él quien está en esa urna.
Todos se miraron por demás preocupados, pensando lo mismo… ¿quién demonios se lo diría a Edward?... Haciéndose un silencio perturbador, donde Alice se levantó violentamente.
—Debo ir a Forks… esto no puede estar pasando… debe haber una explicación… Amor, llama a la aerolínea mientras arreglo mis cosas. —Jasper asintió y comenzó a discar mientras Esme se abrazó a Carlisle, el cual no supo ya de qué modo consolarle ante tanto dolor.
Rosalie observó a Emmett, el cual acotó entre susurros.

—Si ese chico esta muerto, no volveremos a ver a Edward, de eso estoy seguro. —Ella no dijo nada, mientras Alice salió de la habitación con una pequeña maleta y Jasper confirmó que todos los vuelo de Alaska a Seattle estaban copados hasta mañana en la tarde… Alice se volvió a desplomar en el sofá, debatiéndose entre irse corriendo hasta Forks o esperar el vuelo de la tarde.

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