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lunes, 7 de septiembre de 2015

Fanfic "Crepúsculo de dos mundos" - Capítulo 14

NOTA: Los personajes usados para este FANFIC son propiedad de Stephenie Meyer... Y solo de ella... Así como también su historia original.



Capítulo 14
El resto del día sin ti
A ojos de Edward

No quería regresar a mi casa… después del altercado con el padre de Jacob, decidí pasear un rato en el Volvo, recordando el momento en el prado. Aún no podía creerlo… Jacob se había quedado dormido y soñaba con todo lo que había sucedido los dos días anteriores; era grato ver lo que él soñaba, cómo me miraba en los momentos de controversia, dándose cuenta de lo que yo trataba de ocultarle, ya que al parecer, se me había escapado entre mis pensamientos.
La música clásica del mp4 sonó, mientras en mi mente reapareció aquel pensamiento de Jacob, donde un montón de caras encapuchadas transitaban una plaza de Italia, era extraño, ya que no creía que el chico hubiese estado alguna vez en aquel país y mucho menos en la plaza San Marcos de Volterra.

Dejé de pensar en aquello, recordando el momento en el que despertaba, y estirándose en la hierba floreada, me soltó mentalmente que debíamos volver a nuestras casas, asintiendo con todo el dolor de mi alma, “si era que poseía una”, dejándolo ir, no sin antes decirle que ya sabía que en dos días sería su cumpleaños y que Alice lo sabía.
Eso lo hizo reír y negar con la cabeza, corriendo rumbo a su casa, perdiéndose de mi vista, y por consiguiente de mi mente, soltando al fin el “te amo” mental que tuve muy guardado y el cual intentaba ocultar.
Me encontraba en Port Angel´s, intentando distraerme un poco, a pesar de lo que Victoria pudiese estar haciendo o no en Seattle, limitándome simplemente a enrumbarme hacia una pequeña tienda, estacionando el Volvo, entré al pequeño lugar.
Era una tienda esotérica o algo así y la mujer que lo atendía era una india, la cual me miró, sonriéndome mientras me decía muy amablemente.
—¿Buscabas algo en especial? —Negué con la cabeza, leyendo en su mente que de seguro buscaba algo para el amor y la prosperidad, apretando los labios para no reír, respondiéndole amablemente.
—Nada en especial… solo observé el cartel con el símbolo de los Quileutes en la entrada y estoy realizando un trabajo para el colegio sobre ellos.
Mentí en lo del trabajo escolar pero no en el deseo de saber sobre ellos, observando como la mujer sonrió, asintiéndome mientras preguntaba qué deseaba saber.
—Quería saber si los Quileutes al ser mayores de edad… Mmm… pues… tienden a tener o hacer algún ritual o algo así. —Ella asintió sin dejar de llenar unas pequeñas bolsas de plástico con semillas.
—Pues muchos indios acostumbraban a llevar de cacería a sus hijos cuando entran a la pubertad y otros cuando se comienzan a ser adultos. —Una imagen de Jacob y de mí cazando vino a mi mente.
“No sería mala idea”, pensé, acercándome a ella, observando todo lo que había en el mostrador de la tienda, contemplando un collar de cuero negro con un pequeño lobo tallado en madera, lo tomé entre mis manos, observando los detalles de aquella pieza, recordando a Jacob.
—Se dice que los Quileutes descienden de los lobos —soltó la mujer, observando en lo que yo enfocaba la mirada, imaginando como se pondría ella al ver a Jacob transformarse en uno, y darse cuenta de que aquello era más que una simple leyenda.
—Eso he oído —respondí rápidamente, percatándome que el collar, en efecto, era algo muy bien elaborado y que aquel lobito en miniatura que contemplaron mis ojos, era sencillamente perfecto.
—Quiero este —le solté a la vendedora, posando el collar delante de ella.
La mujer lo colocó en una pequeña bolsa de papel, dándome el precio a pagar. Coloqué un billete en el mostrador, y tomando la bolsa, le informé muy amablemente.
—Quédese con el cambio. —Ella asintió agradeciéndome la compra, y saliendo de allí, contemplé a Alice, quien se encontraba recostada de auto.
—Qué extraño… no te sentí llegar. —Ella sonrió, respondiéndome apremiante.
—Es porque cuando andas pensando en él, nada más importa para ti. —La vergüenza volvió a invadir mi rostro, entrando al auto rápidamente, mientras ella hizo lo mismo del otro lado del vehículo, mostrándome una visión donde yo poseía una pulsera de cuero con un pequeño lobo igual al que había comprado, encendiendo el vehículo mientras decía.
—Él te regalará uno igual. —Rodé los ojos, reprochándole de mala gana.
—Pues gracias por dañar la sorpresa Alice. —Ella sonrió, enrumbando el auto de vuelta a la casa.

A ojos de Jacob

Observé el techo de mi habitación, contando las canaletas del asbesto que me servía de techo, recordando la tarde que había pasado al lado del que ahora consideraba mi mejor amigo.
Podía escuchar como la silla de ruedas rodaba y rodaba por toda la casa, como si deseara que yo saliera de la habitación para comenzar su estúpida discusión sobre lo que eran o no los Cullen.
Me levanté y salí de la pequeña recamara descalzo, sintiendo el frió del suelo en mis pies, entrando en la cocina. Tomé un vaso, y al encaminarme al refrigerador, escuché que la silla de rueda se acercó sigilosamente a la puerta, sirviéndome el agua.
—¿Jacob? —dijo mi padre, mientras tomaba medio vaso de agua, retomando mi respiración, soltándole irónicamente.
—Sí, así es… ese es mi nombre… ¿qué sucede? —Me senté en una de las sillas del pequeño comedor que había en la cocina, mientras mi padre entraba al lugar, observándome fijamente.
—¿Puedo preguntar por qué la mala actitud conmigo? —Comencé a jugar con el vaso, dándole vueltas hasta que le solté, observándole a la cara.
—Nada de lo que digan va a hacer que cambie mi amistad con los Cullen. —Mi padre me miró por un buen rato para luego alegar casi sin querer decir aquello.
—Debo admitir que jamás he tenido problemas con el Doctor Cullen… incluso es muy buen amigo de mi mejor amigo Charlie, pero aun así no me deja de perturbar que andes con ellos.
—Pues quédate tranquilo, que a diferencia de lo que tú piensas ellos, más bien me protegen demasiado —le respondí a mi padre, el cual movió su silla hacia el otro lado de la cocina.
—Jacob… esa maldición que posees de ser lobo es a causa de ellos. —Bufé por la nariz.
—¿Ahora sí es una maldición? —le espeté levantándome de la silla, caminado hacia la sala, escuchando como me seguía.
—Pues es por ellos que nos transformarnos en lobos… para cuidar a la reserva y a nuestras familias de esos bebedores de sangre. —Me arrojé de mala gana sobre el sofá.
—Entonces me imagino que debemos estar poblando todo el planeta, porque los Cullen no son los únicos, ¿sabías? —Él asintió.
—Por supuesto que lo sé… pero en estas tierras mandamos nosotros y somos los guardianes de Forks.
—¿Somos, o soy? —pregunté rápidamente, a lo que él respondió.
—Somos, Jacob —Volteé a ver a mi padre alzando una ceja—. Explícate, Billy. —A lo que él respondió.
—Los Black no somos los únicos, los Uley, los Clearwater y posiblemente los Ateara también tengan ese don o maldición o como le quieras llamar. —El rostro se me trasformaba progresivamente, sintiéndome aterrado.
—¿Cómo? —pregunté levantándome del sofá, colocándome frente a mi padre, el cual comenzó a explicarme.
—Sam, Quil, y Seth también pueden llegar a transformarse, Jacob… y a lo mejor hasta Embry, aunque él es de los Call por parte de madre y no sabemos quién era su padre y los Call son una de las familias más alejadas de la tribu Quileutes.
El rostro se me descompuso, cayendo de rodillas sobre el suelo, pensando en Leah y lo feliz que se encontraba ante el compromiso con Sam y lo que esto podía producir en esa relación.
—¿Y me lo dices justo a hora?
Billy comenzó a mover la silla de ruedas, acercándose más a mí, acariciándome el cabello y tomándome del mentón para levantar mi rostro, diciéndome en un tono de padre cariñoso.
—Jacob, lo siento mucho… no quería decirte esto porque pensé que no habría que hacerlo.
—¿Hacer qué? —pregunté rápidamente, a lo que él respondió recostándose en la silla de ruedas.
—Despertar sus genes lobeznos. —Volví a sentirme enfermo ante aquello.
—¡Jacob!... está en ti esa tarea… es decir, solo tú decides si deseas o no despertar sus genes de lobo para que sean parte de tu manada de guardianes de la reservación.
Una película se proyectó muy lentamente en mi cabeza, cada momento grato con mis hermanos y hermanas Quileutes en el colegio y en la playa, las risas todo eso iba a desaparecer si les robaba su libertad como seres humanos comunes y corrientes.
Me levanté del suelo, negando con la cabeza, respondiéndole a mi padre.
—No voy a hacerles eso a mis hermanos Quileutes, ¿cómo puedes pedirme algo así justo ahora? —Mi padre se acercó, haciéndome retroceder, comenzando a caminar hasta mi habitación.
—Jacob, lo siento mucho, hijo, pero no es mi culpa… es culpa de esos malditos chupa sangre.
—No vuelvas a culparlos de esto… no fueron ellos lo que nos dieron esta maldición… fueron nuestros ancestros y sus malditos rituales de espiritismo y brujería pagana. Aléjate de mí, Billy, déjame “solo”.
Lancé la puerta de mi habitación, y pasándole el cerrojo, me arrojé sobre la cama, golpeando el colchón y maldiciendo por todo aquello que estaba sucediendo, mientras mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.

A ojos de Edward

Me encontraba en mi habitación recostado de la cama que Alice había comprado justo esa tarde, era el regalo que me tenía, alegando que así podría cuidar a Jacob de una manera más cómoda, la próxima vez que el chico desease quedarse a dormir en la casa.
Contemplaba el pequeño lobo tallado en madera, alzando el collar enfrente de mí, observando como la figurita giraba colgado del trozo de cuero, levantándome rápidamente, comenzando a buscar entre las alhajas que me había heredado mi madre biológica, encontrando una cadena de oro, sacándola del pequeño alhajero, limpiándola para posarla en la cama, sacando el pequeño lobo de madera del collar de cuero para colocárselo a la cadena de oro.
Contemplé como se veía y el pequeño lobo parecía insignificante delante de la lujosa prenda, suspirando mientras volvía a rebuscar entre las cosas de mi madre ya muerta, observando un pequeño diamante en forma de corazón.
—Perfecto.
Busqué una pequeña navaja y comencé a hacerle un pequeño agujero al costado del diminuto animal de madera en forma de corazón, le coloqué solución adherente y posé el pequeño diamante en el orificio.
Fui hasta la cocina y busqué entre las cosas de limpieza, encontrando una solución para pulir madera, y rociando la figurita con el liquido, pasé con cuidado pero velozmente un pedazo de tela para pulir y en segundos la pequeña pieza de madera ya no estaba en tallado bruto, sino que parecía una elegante pieza de orfebrería, sonreí ante lo bien que había quedado, y volviendo a mi habitación, donde Alice se encontraba sentada al borde de la cama la escuche decir.
—Le fascinará tu regalo.
Rodé los ojos, y sentándome en la cama, comencé a colocar el pequeño lobito de madera con el corazón de diamante en la cadena de oro nuevamente, observando como al fin encajaba a la perfección.
—Quedó hermoso, Edward —dijo ella, abrazándome por detrás y dándome un beso.
—Gracias —le respondí, observando como ella salió rápidamente de mi habitación, volviendo con una pequeña caja de regalos.
Agradecí nuevamente su intromisión, acomodando rápidamente el lobo en la almohadilla de la caja de regalos.
—Ya todos compraron sus regalos —alegó mi hermana, alzando el rostro, arqueándole una ceja, deseando soltar alguna ironía tipo Jacob al saber que Alice había ido con el chisme del cercano cumpleaños del chico, percibiendo nuevamente aquel duro golpe en el pecho como si algo me doliera.
“Jacob”, pensé, dejando la cajita en la cama mientras Alice preguntaba qué sucedía, al ver mi rostro afligido.
—No sé… siento que le pasa algo. —Comencé a caminar como león enjaulado pensando la manera de llegar a él, a sabiendas de que no podía entrar a la reservación.

A ojos de Jacob

Después de llorar largo rato, me escapé por la ventana de mi habitación, caminando uno cuantos metros, alejándome de la casa, tratando de no pensar en todo lo que Billy me había dicho hacía tan solo unas horas atrás.
Me senté en el tronco caído de un árbol, el cual se encontraba pegado a otro erguido bastante grande, contemplando un pequeño trozo de madera, partiéndolo para hacerlo más pequeño aún, tomando mi navaja de bolsillo, comenzando a tallar en el pedazo de madera.
“¿Qué es esto… una maldición o un don?”, repetí una y otra vez en mi mente, tallando sin ningún motivo especifico en mi cabeza.
Recordé de nuevo la tarde con Edward en el prado, comenzando a sentir una punzada en el estómago, intentando no darle importancia a aquello y simplemente seguí tallando, girando y girando el pedazo de manera entre mis manos, encajando la navaja dándole forma.
Mi mente divagaba entre tantas cosas a la vez, por una media hora aproximadamente me torturé con un montón de pensamientos sobre mis hermanos, imaginándome cuando se enterarse de todo.
Cuando terminé de tallar el pequeño trozo de madera, este se había transformado en un diminuto lobo que le aullaba a la luna.
En la panza del pequeño lobo escribí mi nombre, sacudiéndome todo el aserrín que había soltado la tallada, levantándome rumbo a mi habitación, nuevamente.
Entré de nuevo por la ventana, buscando entre mis cosas, encontrando un trozo de cuero, picándole en tres pedazos, dándole color con un líquido especial para pulir cuero, creando tres tonalidades diferentes de marrón.
Comencé a entrelazarlos entre sí, recordando a mi madre, la cual era la que me había enseñado todo aquello, terminando el trenzado, haciéndole el respectivo nudo con varias tiras de cuero que quedaron colgando para el amarre de la pulsera que estaba elaborando.
Me levanté, y tomando una pequeña cajita de madera, rebusqué dentro de la misma, encontrando un pequeño dije de una media luna en plata con una diminuta estrella en la punta de la parte baja del dije, trabajada en piedra de azabache.
Enganché con una pinza el aro del dije a la pulsera de cuero, y colocándole un pequeño tornillo al lobo de madera en el lomo, lo uní a la pulsera al lado de la media luna, como si el pequeño lobo le aullara a esta.
Pulí el cuero dándole mayor brillo, sonriendo por demás complacido al ver mi obra de arte culminada, cuando justo en ese momento el celular comenzó a vibrar en la mesa de noche, tomando el aparato, observando la pantalla, la cual me mostró un número sin nombre. Pulsando el botón verde, atendí la llamada de manera recelosa.
—¿Diga? —Al momento la voz de Edward se dejó escuchar del otro lado de la línea algo angustiado.
—¿Te sucede algo?... ¿Estás bien?... ¿pasa algo que te esté incomodando? —Sonreí, recostándome en la cama, mientras respondía con una pregunta.
—¿Cómo tienes mi número telefónico? —Un silencio se hizo presente y luego respondió en tono bajo.
—Lo robé de tu celular. —Intenté no reírme y sonar algo molesto.
—Pues podría ponerte preso, ¿sabes? —Escuché como rió, soltando mis ahogadas risas sin poder aguatármelas— Estoy bien, men… nada que no se pueda arreglar. —Era extraño pero su voz lograba calmarme y me hacía olvidar la punzada de dolor que había sentido ante tanta responsabilidad, como el futuro líder de una manada de lobos guardianes del que yo no quería ser partícipe.
—Pasó algo —acoté al ver que no decía nada—. Pero te contaré el lunes en el colegio, ¿vale? —Él respondió rápidamente, recordando que había dejado de nuevo la motocicleta en su casa.
—El día de tu cumpleaños. —Bufé ante la idea de cumplir dieciocho, a lo que respondí a manera de broma.
—El día en que nació este malas pulgas, gran acontecimiento, ¿no? —Edward rió nuevamente, alzando la pulsera que le pensaba obsequiar ese mismo día, recordando las palabras de mi madre, la cual decía que era más satisfactorio dar que recibir.

Del otro lado de la línea, y sin yo percatarme de aquello, Edward alzaba de la misma manera que yo alzaba la pulsera, lo que sería mi regalo de cumpleaños, ambos recostados en nuestras camas, pensando en las posibles reacciones del otro ante el obsequio que nos teníamos cada uno en secreto.

2 comentarios:

  1. Ay por Dios! esta interactuando de forma más intima sin que se percaten de ello, que romantico el que se regalen literalmente lo mismo. No creí que el resto de chicos de la reserva se fueran a transformar también, la verdad con lo que has avanzado de la historia ya lo había descartado. Pero igual es genial, de entre los lobos siempre me ha gustado Seth, así que bueno espero verlo pronto...
    No sé por que, pero no puedo evitar pensar en lo incomodo que será el estar hablando el la casa Cullen...Todos escuchan todo! (risa) ahí no se escapa nadie! Ya casi es el día del cumpleaños! ese día será memorable,lo sé algo super pasará. Gracias por escribir, me encanta la historia.
    PD: mi personaje favorito de entre todo ese montón, fue el sexy cara de sufrido :P Jasper me parece fantástico e intrigante.Claro que Emmett es irrechazable!!. Siempre pensé en Jacob con Edward en los libros,así que... me gustan juntos :D -By Mahô

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  2. Yo también adoro a Jasper... Gracias a vos por comentar.

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