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lunes, 24 de agosto de 2015

Fanfic "Crepúsculo de dos mundos" - Capítulo 12

NOTA: Los personajes usados para este FANFIC son propiedad de Stephenie Meyer... Y solo de ella... Así como también su historia original.



Capítulo 12
Ya no lo puedo ocultar más
A ojos de Edward

Entramos a la casa después de aquel tormentoso acontecimiento en el claro. Aún podía recordar todo el dolor y los pensamientos de aquellos tres vampiros, sin saber cual me perturbó más, si el de James, ya muerto, o el de Victoria, que al parecer se había enfocado en Jacob.
“Necesito ropa, Edward”, me informó Jacob mentalmente.
—Deja que busque algo de Emmett, ya que no creo que mi ropa te quede. —Subí rápidamente y en cuestión de segundos volví con unos jeans y una camiseta de mi hermano, el cual se había quedado con Jasper en el claro tratando de ocultar los restos de James.
—Ten —le solté al chico colocándole la ropa sobre el lomo, mientras mi padre se acercaba a Jacob, el cual comenzó a caminar hacia la cocina.
—Jacob… si no te importa me gustaría ver cómo te transformas de nuevo en humano —le pidió mi padre, tomando la ropa que yo le había colocado al chico sobre el lomo, a lo que Jacob asintió ante la petición de Carlisle.

Entraron en la cocina, justo cuando mi madre acarició mi cabello, haciéndome voltear a verla.
—¿Te encuentras bien? —preguntó ella, acariciando esta vez mis hombros, preocupada ante lo que James había querido hacer momentos atrás, asintiéndole después de darle un beso en la frente.
—Estoy bien, Esme —respondí, sonriéndole dulcemente, pero justo en ese momento me encontré con la desnudez de Jacob, mediante las visiones de mi padre al observar su trasformación.
Me aparté de mi madre sentándome en el sofá, mientras que Rosalie no paraba de caminar de un lado a otro, y Alice contemplaba por las paredes de vidrio de la sala, deseando que los muchachos volvieran.
—Yo sabía que ese chico nos iba a traer problemas —espetó Rosalie sin poder contener más lo que mantuvo atragantado desde hacía rato en su interior.
—Rosalie pequeña… no digas eso, ¿quieres? —le exigió mi madre intentando calmar su angustia, mientras yo trataba de no ver las imágenes que me mostraban inconscientemente la mente de Carlisle.
—Cálmate, Rosalie, por Dios, ya vienen los chicos —alegó Alice, abriendo la puerta, encontrándose con Jasper, el cual le abrazó y le dio un beso en los labios mientras preguntaba.
—¿Como que hay tensión aquí? —Jasper miró a Rosalie y luego a mí… donde pude ver cómo me observaba por medio de sus pensamientos, aunque me encontraba de espaldas a todos ellos, deseando no tener que voltear a verlos, al sentirme intimidado por las visones de mi padre.
Rosalie se acercó a Emmett, el cual la tomó entre sus brazos, alzándola del suelo en un fuerte apretón.
—Ya amor, no pasará nada. —La besó en los labios y ella se recostó de su pecho.
Al rato Rosalie y Emmett salieron de nuevo de la casa rumbo a su cabaña privada, al igual que Alice y Jasper, los cuales se dirigieron hacia el garaje, observando cómo Jacob se colocaba los jeans y luego la camiseta, suspirando aliviado y tragando grueso, donde ambos salieron de la cocina, mientras Esme le dedicaba una sonrisa a los recién llegados, escuchándole decir a mi padre.
—Fascinante. —Observé a Jacob, quien se arregló la camiseta que le había entregado de mi hermano, sentándose a mi lado, percibiendo aquel calor suyo, lo cual me hizo sentir como si estuviera ante los fuertes rayos del sol, haciéndome sentir cálido.
—Pues gracias —respondió Jacob, sonriéndole a mi padre, mientras Esme, tomando la mano de Carlisle, le miró fijamente guiñándole un ojo, donde sus pensamientos me mostraron el deseo de dejarnos a solar, haciéndome sentir un nuevo golpeteo en mi pecho, escuchándole decir a mi padre.
—Todo pasará chicos y este incidente quedará en el olvido —Asentí sin verles a la cara, mientras Jacob lo hizo observándoles fijamente—. Con sus permisos, nos retiramos… creo que daremos una caminata por el bosque, eso le hará bien a tu madre —alegó Carlisle, saliendo de la casa por la puerta de la cocina, la cual daba a la parte trasera de la casa.
Permanecí inerte sin saber qué hacer, ya que mis padres sin duda ya se habían dado cuenta de algo que yo, al parecer, aún no podía aceptar.
—¿Te encuentras bien? —preguntó el chico, mirándome a la cara, quedándome unos segundos sin moverme, volteando lentamente el rostro para responderle con la misma pregunta.
—¿Tú te encuentras bien? —Jacob soltó una carcajada, y espelucándome el cabello, me respondió levantándose de golpe del sofá.
—Genial, hombre. —Suspiré y acomodándome el cabello le imite, levantándome del sofá.
—Supongo que tienes hambre, ¿cierto? —El joven asintió rápidamente.
—Ven, te prepararé algo. —Entramos en la cocina, donde él se sentó en uno de los banquillos de la barra de la cocina.
—¿Puedo preguntar? —soltó Jacob admirando el inmobiliario, imaginando su pregunta, respondiéndole antes de que la formulara.
—Hay que guardar las apariencias. —Sabía de antemano que su pregunta era el porqué teníamos una cocina, si no podíamos comer.
—Pero también tienen alimentos… ¿No se les hace asqueroso? —preguntó él apremiante, mientras sacaba el pan de sándwich de la alacena y varios paquetes del refrigerador.
—Pues, esto es obra de Alice… no teníamos comida… hasta ahora —Él me miró sin comprender—. Hizo compras de último minuto a sabiendas de que tú vendrías. —Volví a agradecer internamente por no poder ruborizarme.
—Comprendo —respondió él, observando cómo le preparaba el sándwich de jamón, queso, lechuga, tomate y mayonesa, haciéndolo de unos cuatro pisos, imaginándome lo mucho que el joven comía, ya que en cada trasformación quemaba bastante energía.
—¿Quieres que le ponga pepinillos? —Jacob arrugó la cara, negando con la cabeza, sonriéndole y guardando todo donde iba, colocándole el plato en frente con un gran vaso de jugo de naranja.
—Buon appetito —le deseé en italiano, observando como el chico comenzó a comer.
Después de unos cuantos mordiscos, y bebiendo el jugo naranja que le había colocado en frente, me soltó a penas terminó de tragar.
—¿Qué sucede si un humano te reta a comer?... es decir, si no te queda de otra que engullir comida. —No respondí con palabras; tomé un trozo de tomate que se asomó por uno de los lados de su sándwich, y llevándomelo a la boca, hice como que masticaba, tragándomelo entero, sintiendo como aquella cosa babosa y sin sabor se escurría por mi garganta.
—Mmm… ya veo —Comenzó a comer, terminando con todo aquello, preguntándome como si nada—. He bebido sangre —aquello hizo que mis ojos se abrieran de par en par.
—¿Cómo? —pregunté rápidamente, a lo que él respondió tomando el plato junto con el vaso, llevándole al fregadero.
—Pues me he alimentado de animales —argumentó el chico, abriendo el grifo y comenzando a lavar el plato y el vaso—. Tuve un tiempo de rebeldía y me pasé casi un mes siendo lobo… así que debía de alimentarme y probé a comer animales matándolos yo mismo… cazándolos. —Terminó de fregar, guardando todo en su respectivo lugar, mirándole por demás intrigado.
—¿Y qué sentías?...es decir, ¿te gustaba? —El joven me sonrió, negando con la cabeza.
—¿La verdad?... nada como un buen emparedado de jamón con queso. —Me levanté sonriéndole amablemente, caminando hacia la puerta que daba de nuevo a la sala, sosteniendo la puerta de vaivén de la cocina, esperando a que saliera de aquella habitación, para adentrarse conmigo al amplio salón, el cual nos dejó ver un bosque oscuro a causa de la llegada de la noche, encendiendo unas cuantas lámparas, observando hacia donde él se dirigía.
—¿De quién es? —preguntó Jacob, acariciando la madera del piano, el cual se encontraba en un rincón de la sala, mientras terminaba de iluminar el lugar, acercándome a él, respondiéndole casi en un susurro.
—Es mío. —Él me miró fijamente, haciéndome sentir nuevamente nervioso.
—¿Tocarías algo? —preguntó, destapando el teclado, alzando la tapa que lo cubría.
Suspiré, asintiéndole después de tomar asiento en el taburete frente al instrumento, mientras el chico caminó hacia el sofá, recostándose sobre este, posando su cabeza y los pies del apoya brazos.
Contemplé las teclas por unos segundos, cerrando lentamente los ojos, comenzando a tocar una melodía algo infantil, la cual sonaba como si una cajita de música hubiese sido abierta.
La melodía comenzó a fluir sola, como en la madrugada cuando esperaba la hora de ir a recogerlo para llevarle al colegio.
Suspiré, no porque lo necesitara, sino porque deseaba que el efluvio del joven inundara todo mi paladar, deseando que se introdujera en mis pulmones e hiciera que mi garganta ardiera como nunca lo había hecho ante el deseo de beber de su sangre, ya que aquello lograba que la melodía fuese aun más intensa, más significativa, donde los “Re” menor se entremezclaron con las notas altas y bajas de aquella melodía que aún no tenía nombre, pero que ya tenía dueño.
Volteé a verlo de soslayo, percatándome de como comenzó a bostezar.
—¿Te aburre? —pregunté sin dejar de tocar.
—En lo más mínimo… es cool, tocas como todo un profesional, ¿vale?… es solo que no dormí bien anoche, lo sabes. —Asentí aún improvisando aquella melodía que se fue guardando en mi cabeza sin pretenderlo, mientras Jacob comenzó a mover sus manos como si fuese un director de orquesta, haciéndome sonreír, volviendo a enfocar la vista sobre las teclas.
—¿Cómo se llama la canción? —preguntó él, moviendo sus manos al compás de la música sin dejar de tocar, concentrándome en la parte más fuerte e intensa de esa canción, la cual aún no poseía nombre, pero tenía dueño, que no había sido escrita, pero ya se estaba construyéndose sola y que cada nota daba justo lo que yo deseaba, plasmar lo que sentía en ese momento, culminándole muy lentamente, volteando para verle, percatándome que él joven Black se había quedado dormido.
Me levanté, y subiendo a gran velocidad, fui en busca de una cobija, volviendo nuevamente a la sala, cubriéndole con ella desde los pies hasta los hombros, colocándome de rodillas junto a él, observando su rostro, le respondí a sabiendas de que ya no escucharía la respuesta a su anterior pregunta.
—Se llama “La nana de Jacob”. —Sonreí como un estúpido ante aquella infantil respuesta que no fue escuchada, levantándome para caminarme hacia uno de los amplios ventanales, observando la noche, donde cada suspiro quemó mi garganta, ante la insistente sed de él.
¿Que era aquello?... ¿masoquismo?... ¿Una manera de retarme a mí mismo y saber que podía controlar mi sed?... no podía comprender porqué lo hacía, pero aquello me agradaba, el que toda la casa estuviese impregnada de su olor y que yo pudiese soportarlo tan histriónicamente bien.
Comencé a enfocarme en los pensamientos de mis hermanos y los de mis padres, pero no había nada, se encontraban lo bastante lejos como para no percibir nada, aquello me hacía sentir mucho mejor.
Me quedé un largo rato observando las afueras de la casa, todo estaba tranquilo, en silencio hasta que comencé a escuchar un celular repicar. Corriendo velozmente, me acerqué a la mochila de Jacob, la cual se encontraba en uno de los sofás de la sala, contestando rápidamente la llamada, intentando hablar bajo.
—¿Hola? —Del otro lado de la línea nadie habló, así que dándole una rápida mirada a la pantalla, me percaté que decía “Llamada entrante de papá”. Volví a hablar, posando el teléfono en mi oreja.
—¿Señor Billy Black? —Un silencio de unos veinte segundos fueron rotos por una pregunta en un tono algo molesto.
—¿Quién habla? —Comencé a caminar, intentando alejarme de Jacob, el cual comenzó a moverse.
—Habla Edward Cullen, señor Black. —Se volvió a hacer el silencio, respondiendo en un tono cortante.
—¿El muchacho del doctor Carlisle?
—Así es, señor —respondí amablemente.
—¿Dónde está Jacob? —preguntó el caballero, secamente.
—Él se encuentra bien… está dormido justo ahora —alegué pausadamente, escuchando como el hombre movía la silla de ruedas.
—¿Por qué te empeñas en querer ser amigo de Jacob? —preguntó el padre del joven, respondiéndole con otra pregunta.
—¿Por qué no?... no creo que haya nada de malo en ello. —Se escuchó un bufido, espetándome de mala gana.
—Porque no quiero que mi hijo sea amigo de un chupasangre. —Aquello dolido en lo más profundo de mi ser.
—Pues lo mismo podría decir mi padre sobre el que yo sea amigo de un hombre lobo —El caballero no respondió ante ello—. Escúcheme, señor Black, yo no pretendo dañar a Jacob y mucho menos ser una mala influencia para él… me parece un chico extraordinario y lo menos que quiero es que le suceda algo malo. —El hombre volvió a bufar por la nariz, soltando con aquel tono de voz que me incomodaba.
—¿No quieres que salga lastimado?... pues aléjate de él.
—Pues créame que el día en que vea que la vida de Jacob corre peligro, yo mismo me alejaré de él. —Dicho aquello el padre de Jacob trancó la llamada, suspirando por demás incómodo, ya que jamás pensé que la primera conversación con aquel hombre sería tan dura.
Mis pasos me habían llevado hasta el comedor, escuche un fuerte golpe que provino de la sala corriendo hacia allá, contemplando como Jacob se encontraba aún roncando, enrollado entre las sábanas, durmiendo plácidamente en el piso, como si jamás se hubiese caído del sofá, mordiéndome el dedo índice, doblado a modo de ganchillo, intentando contener las risas.
Aquello sí que era dormir en serio, el chico aún después de semejante golpe, siguió durmiendo como si nada hubiese ocurrido.
Me acerqué a él, y tomándolo entre mis brazos, le levanté recostándole nuevamente en el sofá, comenzando a acomodarle las sábanas, escuchando como el chico soltó entre sueños.
—Edward. —Me quedé inerte, observándole detenidamente sin saber qué hacer, acercándome para constatar si se estaba despertando, pero aún dormía, respirando lentamente, profundamente dormido.
“¿Sueñas conmigo?”, me pregunté a mí mismo, como si pudiese obtener una respuesta, observando cómo sonreía.
—¿Jacob? —solté en un susurro, comprobando que en verdad se encontraba dormido, contemplando cómo se enrolló entre las sábanas haciéndose un mohín en el sofá.
Él había dicho mi nombre entre sueños y yo aún no lo había asimilado, comenzando a recordar a Romeo y Julieta, recitando las palabras del protagonista de aquella obra, susurrando entre dientes en broma.
—Vuelve a decir mi nombre, deja que tus labios pronuncien nuevamente mi nombre y juro que moriré esta noche. —Y al instante Jacob soltó.
—Edward. —Si hubiese sido humano, la tensión se me hubiese disparado a doscientos cuarenta, me hubiese dado un infarto y un paro respiratorio todo al mismo tiempo, pero como prácticamente ya estaba muerto, solo percibí aquel golpe en mi pecho que me demostraba que aún estaba vivo.
No me había percatado de lo que hacía hasta que dejé de hacerlo, acariciaba su cabello comenzando a sentirme mal nuevamente, alejándome de él, levantándome del suelo, cerrando mis ojos y negándomelo una y otra y otra vez, soltando en mi mente, sin poder guardármelo por más tiempo.
“Estoy seguro de tres cosas: la primera, la verdadera y fuerte amistad entre un vampiro y un hombre lobo crecía cada día, la segunda, una parte de mí, y no sabía que tan potente podía ser esa parte, deseaba su sangre, y tercera… estaba incondicional e irrevocablemente enamorado de él”.
Me arrodillé derrotado ante esas fuertes palabras mentales que me había dicho a mí mismo, arrojándome a su lado en el suelo, observándole de nuevo, susurrando casi inaudible.

—Te amo… Jacob. —El golpe en el pecho volvió a aparecer con mayor intensidad, quedándome allí el resto de la noche, velando sus sueños, rogando porque me mostrara que era yo el protagonista de ellos, dándole paz a mi interior.

1 comentario:

  1. Dios! se lo dijo...y mientras duerme,me suena super romántico :D oh Romeo!! gracias por actualizar, no sabes cuanto esperé!!gracias, ha estado super -By Mahô

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