Capítulo 10
En la casa Cullen
A
ojos de Edward
Me encontraba en el aparcadero esperando a que el
equipo de básquet terminara las prácticas de ese día. Mantuve el reproductor
encendido mientras intentaba no ser tan impaciente… aunque se me hacía imposible,
contemplando a cada tanto el reloj, esperando a que llegara mientras observaba
como Jessica se acercó a mí.
—Hola Ed.… —saludó ella, a lo que intentando ser amable, respondí.
—Hola Jess… —Ella sonrió tontamente, recostándose en
el Volvo a mi lado, alegó.
—Bien, bien… —respondió la chica como si yo le hubiese preguntado
cómo se encontraba, ignorando aquello, mientras seguí tarareando la canción.
—¿Sabes?... —Comenzó a decir ella, pero yo ya había leído todo en su mente; la
chica deseaba invitarme al baile de fin de año apenas en octubre.
—Soy la presidenta del salón y pues... la organizadora
del baile de este año y… —Volvió a reír como tonta, a lo que yo le respondí al ver que Jacob salía del
colegio junto a Emmett.
—Aaammm… Jessica, este… lo siento, pero ya tengo pareja para el baile —Mentí
por supuesto, observando cómo me miraba con ganas de matarme, maldiciéndome muy
dentro de sí misma mientras yo me incorporaba para abrir la puerta de mi auto—. Bye Jessi…
Fue lo único que le dije, entrando al auto, mientras
la chica salió como alma que lleva el diablo, maldiciendo y llevándose por
delante a Jacob, el cual la miró extrañado.
—¿Irás
a casa en el auto de Edward? —preguntó
Emmett, a lo que Jacob asintió, dándose ambos varios
puñetazos de manera juguetona, separándose mientras Emmett tomó su jeep y Jacob
entraba en mi auto.
—¿Y desde cuándo se llevan bien? —pregunté rápidamente, a lo que él respondió
—Desde que dejó de hacerse el señor “meto todas las canastas y sin ver”.
Me reí ante aquello… sin duda Jacob era el rey del
sarcasmo, pero más que incomodarme su idea del humor, o mejor dicho el humor que él usaba, era sin duda el que yo compartía, negro y muy malvado.
—Me alegro que ya no se odien. —Él asintió, lanzando
su mochila hacia la parte trasera del auto, como si ya se sintiese a gusto en
mi auto y ¿la verdad? aquello me agradaba.
Salimos del aparcadero rumbo a la casa, mientras que
Emmett comenzó a molestar con sus pensamientos.
“¿Una carrera?”
Preguntó mi hermano mentalmente, haciéndole cambio de
luces, negándome a ello.
—¿Qué sucede? —preguntó Jacob observando los cambios de luz, respondiéndole
al muchacho.
—Emmett desea una carrera de autos. —A lo que Jacob
respondió por demás divertido.
—Bien… adelante. —Volteé a verlo de mala manera.
—No —respondí
molesto.
—Oh vamos, hombre, no seas aguafiestas. —Pero yo seguí serio sin decir nada,
conduciendo, intentando estar tranquilo, mientras
observaba como el Jeep se movió de un lado a otro de la carretera, incitándome.
—Detén el auto —Volteé a verle nuevamente a lo que
Jacob volvió a decir en un tono serio—. Detén el auto, Edward.
Le hice cambio de luz a Emmett, indicándole que me
detendría, observando cómo fue aminorando la velocidad, mientras me detenía y
el jeep aparcaba a nuestras espaldas.
—¿Estás molesto? —pregunté observándolo fijamente, temiendo su respuesta, ya que no deseaba incomodarlo y mucho menos ahora que
iría a casa.
—No estoy molesto, solo que a veces… en serio, Edward… pareces una vieja amargada.
El chico salió del auto, imitándole mientras que
Emmett se acercaba a nosotros.
—¿Sucede algo? —preguntó mi hermano, a lo que Jacob respondió
—¿Quieres una carrera? —Emmett asintió por demás
encantado— Pues tendrás una, pero entre tú y yo —respondió Jacob, a lo
que yo rápidamente contesté.
—No —Ambos
chicos me miraron y luego se observaron mutuamente, soltando una carcajada al unísono
palmeándose y golpeándose el uno contra el otro por demás divertidos—. ¡Qué bien! —Fue lo único que alegué ante las carcajadas de ese par.
—Yo no te estoy pidiendo permiso, Edward, le estoy informando a Emmett que
tendrá su carrera, pero como veo que no me prestaras tu auto para eso… pues en
lo que me entreguen mi motocicleta tendremos la carrera… ¿Vale?
Respondió el chico, observando a Emmett, el cual asintió,
mirándoles de mala gana, ya que aquello sin duda era aun más peligroso, así que me lo pensé por unos segundos, imaginando
que si nos volcábamos en el auto era menos peligros que si se volcaba en una
motocicleta, así que solté completamente derrotado.
—Está bien —Ambos chicos me observaron, acercándome a
Jacob para entregarle mis llaves— Ten,
prefiero que tengamos un accidente en un
auto a que lo tengas en una motocicleta. —A lo que el aludido respondió.
—Woow… vaya… gracias por la confianza, ¿tan mal conductor me crees? —preguntó el joven metamorfo, encaminándose
hacia la puerta del piloto, mirando ceñudo a Emmett, el cual sonrió con
malicia, palmeándome en el hombro.
“Esta me las pagas”
Pensé mal humorado, pero al entrar en el auto, esta
vez en el asiento del copiloto, intenté mantener mi rostro tranquilo.
—No pienso que seas mal conductor, Jacob, es solo que… —El joven me
interrumpió, apremiante.
—Es solo que temes que le pase algo a tu lindo y
costoso auto, ¿no?... tranquilo, Edward, prometo no estrellarlo. —El chico
una vez más se había vuelto a equivocar, ya que lo menos que me importaba era
si el auto resultaba dañado o no.
—Por Dios, Jacob… ¿crees que es lo que me importa?
—Pues así parece, Ed —respondió el chico, volteando a verme molesto.
—Pues te equivocas, no quiero que te hagas daño… yo
soy inmortal, pero ¿tú?... tú…—Me
volvió a interrumpir,
posando su mano en mi hombro.
—Yo no soy de cristal, Edward… tranquilo… créeme, soy más resistente de lo
que crees. —Fue su respuesta, sonriendo dulcemente, lo cual fue suficiente para
calmarme y dejar de arruinarle el momento.
—¿Listo? —gritó Emmett desde el Jeep, a lo que Jacob, sacando la mano por la ventanilla, alzó su pulgar a modo de asentir ante su
pregunta, escuchando como Emmett encendió su auto y Jacob a su vez encendía el Volvo, haciéndolo rugir como nunca yo lo había hecho antes.
Ambos arrancaron el auto al mismo tiempo, tomando
Jacob la delantera en la autopista.
—Avísame donde debo cruzar hasta tu casa. —Le asentí, volteando
a ver a Emmett, quien intentó rebasarlo, pero Jacob movió de un lado a otro el auto, obstruyéndole el paso.
—Emmett está molesto —le informé a Jacob, alentándolo, notificándole rápidamente—. En el próximo sendero viras a la derecha. —Y
así lo hizo, virando el vehículo como todo un experto del volante, controlando
el auto de una manera impecable, observándole fijamente, sin duda se estaba
divirtiendo, donde pude notar que observó a cada tanto por el retrovisor.
—Dime lo que piensa tu hermano —pidió
el chico cambiando de velocidad y acelerando nuevamente.
—Piensa que eres mejor conductor que yo. —Jacob sonrió
y respondió.
—Pues no se equivoca —alegó
observando dos senderos al frente— ¿Por dónde, Ed? —preguntó
el muchacho rápidamente.
—A la izquierda. —El chico derrapó a punto de tomar el
de la derecha, cambiando rápidamente de vía mientras Emmett tomaba el otro
camino.
—¿Por qué se va por allá? —preguntó observándome ceñudo, a lo que respondí, ordenándole
abruptamente.
—¡FRENA! —El joven lobo frenó bruscamente, justo
cuando el Jeep salió de un costado a punto de golpear el Volvo, levantando suficiente polvo ante el
derrape, pero Jacob fue lo suficientemente rápido para cambiar de velocidad, arrancando
de nuevo el auto detrás del Jeep, que ahora era quien llevaba la delantera.
—Gracias por decirme lo que pensaba hacer el demente
de tu hermano —me espetó el chico de mala manera, a lo que respondí, apremiante.
—Pues pensé que no querías ayuda… ¿Eres orgulloso, no? —A lo que respondió, cambiando de nuevo de velocidad.
—Sí, pero también soy mal perdedor. —Sonreí ante
aquello, pero la sonrisa se me borró por completo al ver
lo que intentaba, introduciéndose por entre los árboles, tratando de rebasarlo.
—¡Jacob! —le llamé intentando hacerle entrar en razón, pero el chico no aminoró la velocidad,
esquivando los árboles, retomando de golpe el sendero, esta vez delante del
Jeep, el cual casi pierde el control ante la sorpresa, llegando juntos a la
casa.
Rosalie esperaba en las afueras de la lujosa casa,
Jacob pisó el freno de golpe, quedando a escasos centímetros de ella, quien le
miró como si quisiera asesinarlo al mismo tiempo que Emmett derrapaba al lado
del auto.
—¡Sí!… jajaja… ¡gané! —alegó
el chico con una amplia sonrisa,
saliendo del auto, caminado hacia donde se encontraba Emmett, pero Rosalie le obstruyó el paso. Salí del
auto y rápidamente me coloqué cerca de ambos, mientras que los pensamientos de
Rosalie comenzaron a molestarme.
—¿Qué te sucede? —preguntó Jacob de mala gana, a lo que Rosalie respondió.
—¿Te parece divertido? —Jacob bufó por la nariz
mientras que Emmett intentó calmar a Rosalie, acariciándole el hombro.
—Pues sí, la verdad me divertí bastante —le respondió mientras me entregaba las
llaves, observando a Rosalie de manera retadora.
—Te parece divertido arriesgar así tu vida y de paso,
¿arriesgar la tranquilidad de mi familia? —El chico la miró sin comprender, pero yo sabía muy bien a qué se refería.
—Rosalie, basta —le pedí
con el ceño fruncido,
pero ella prosiguió como si nada.
—Te parece muy divertido que por tu imprudencia hayas
tenido un accidente, derramando toda esa sangre que enloquecería a ambos
hermanos y terminarían matándose entre sí por ver quién te devora primero. —Observé el rostro de Jacob, el cual se
descompuso en segundos al imaginarse aquella escena.
—Dije que basta, Rosalie. —Justo en ese momento Carlisle y Esme salieron
de la casa.
—¿Rosie?... ¿Son esas las maneras de tratar a nuestro
invitado?
La voz dulce de Esme hizo que la rubia se calmara, y tomando la mano de Emmett, se alejó rumbo a la casa mientras que Carlisle se acercó lentamente hacia
nosotros..
—Yo, lo siento mucho… la rubia tiene razón, no pensé
en eso. —Se disculpó el chico aún con el rostro descompuesto, a lo que Carlisle
respondió.
—Tranquilo, Jacob… de seguro mi hijo no hubiese dejado
que eso sucediera, ¿cierto, Edward? —Asentí, comenzando a caminar hacia la
casa, intentando no ver a ninguno de los presentes a los ojos. No sabía porqué,
pero presentía que cada uno en esta casa se hacía sus propias suposiciones ante
nuestra temprana amistad.
Todos entraron a la casa mientras Carlisle le
preguntaba a Jacob.
—Y dime algo, Jacob… ¿Cómo se encuentra tu padre? —El
chico tornó el rostro serio, respondiéndole a mi padre.
—¿Pues la verdad?… viejo y lisiado a diferencia de la
última vez que se vieron, supongo yo. —Volteé a verle, ya que eso lo había
dicho en un tono molesto, así que me acerque a él, preguntándole algo
consternado.
—Si te sientes incómodo, podemos irnos. —Pero el joven
negó con la cabeza, sonriéndome mientras me palmeaba el hombro.
—Tranquilo —dijo el chico, tomando asiento al frente
de Carlisle— Lo siento, es que estamos peleados… al parecer me ha ocultado
cosas que no debió. —Carlisle le sonrió muy amablemente, respondiendo a sus
palabras.
—¿Imagino que te refieres a las leyendas Quileutes? —El
chico asintió,
—Una leyenda que usted muy bien sabe que no es solamente
una leyenda, y que al parecer, tampoco se la ha contado a Edward, ¿cierto? —Volteé
a ver a Carlisle sonriéndole.
“Como si él pudiese ocultarme
algo”, pensé mientras él
me sonreía de lo más de tranquilo.
—Pues mi querido Jacob yo también pensé que eran
leyendas, jamás vi a tu padre transformarse en lobo… y la leyenda dice que los
Quileutes usaban a los lobos reales como medios. —Jacob le miró asombrado de
ver lo bien informado que mi padre se encontraba.
—Así es —respondió el chico y prosiguió.
—Los Quileutes solo usaban a los lobos como medio para
trasportar su alma a la del animal y así luchar en contra de… de los vampiros. —Carlisle
asintió y argumentó.
—Y luego según las leyendas que fueron pasando de
generación en generación… los herederos iban teniendo el mismo don… de
trasmutar hasta que… —Pero Jacob le interrumpió como lo solía hacerlo conmigo.
—Hasta que uno de los jefes de la tribu fue
traicionado y quemaron su cuerpo para que nunca más retomara su cuerpo humano,
pero ante la desesperación de este jefe al ver tanta traición y codicia de
algunos de la tribu, fusionó su alma con la del lobo haciéndose uno solo, —Carlisle
asintió mientras que yo me encontraba fascinado ante aquella historia.
—Sí, siempre creí que solo era eso… cuentos de hadas.
—Pues yo también lo creí, Jacob —soltó mi padre
argumentando—. Pero al parecer el heredero del linaje Black… o sea tú… has heredado
ese don.
—¡O a lo mejor es más bien una maldición! —soltó mi
madre entrando en la sala con una bandeja en las manos haciendo que todos volteáramos
a verle.
—Jajaja… ¿la verdad? Me fascina ser lo que soy, Señora
Cullen, así que no lo veo como una maldición —le respondió Jacob, a lo que ella,
posando la bandeja en frente de él con una sonrisa, le sugirió.
—Esme, dime Esme, querido. —Él asintió, tomando la
hamburguesa que mi madre le ofrecía con patatas y una gran malteada, pensando
que sin duda mi madre se había ganado el aprecio de Jacob con semejante
recibimiento.
—¿Te duele? —preguntó Esme, sentándose al lado de
Carlisle.
—¿Qué cosa?... ¿la metamorfosis? —preguntó el aludido,
a lo que Esme asintió.
—¡No, para nada!… al principio era incómodo, pero ¿la
verdad?... solo molesta el tronar de los huesos ante el cambio al principio,
después se hace soportable. —Esme hizo un gesto de dolor, a lo que yo sonreí y
Carlisle le abrazaba.
—Ya está acostumbrado, cielo… tranquila. —Mi madre
asintió, levantándose rápidamente, dejándonos solos con el chico, llevándose la
bandeja consigo, la cual ya no poseía absolutamente nada de comida, le dio las
gracias, a lo que ella respondió lanzándole un beso a la distancia.
—Wow… tu madre es toda una dulzura, ni parece chupa
sangre. —Asentí sonriendo a sus palabras mientras que mi padre negó con la
cabeza.
—Pues gracias —alegó Carlisle, levantándose del mueble—.
Bien Jacob, si no te molesta en verdad me gustaría hacerte unos exámenes —soltó
mi padre muy amablemente, a lo que Jacob levantándose le respondió.
—Pues con tal de que no sean de algebra, por mí puede
hacer cualquier examen, Doc. —Carlisle rió a carcajadas mientras le señalaba
las escaleras a Jacob, el cual comenzó a subirlas seguido por mi padre y por
mí. Al llegar a su oficina entramos y lo primero que hizo mi padre fue sacar
una hipodérmica.
—Siéntate, Jacob. —El joven observó a mi padre y luego
a mí así, soltándole muy calmó, intentado tranquilizarle.
—Tranquilo… sé controlarme y Carlisle es médico está
más que acostumbrado que yo a ver sangre. —El chico asintió, sentándose en el
escritorio. Carlisle extrajo bastante sangre del chico, también tomó su
temperatura, esperando los análisis de sangre de la maquina, examinándole por
completo.
—Jamás me habían examinado tanto en mi vida, ¿la verdad?
Nunca fui muy enfermizo. —Mi padre alzó una ceja, escribiendo en su block de
notas.
—Incluso, ahora que lo pienso… siempre fui muy
saludable —le explicó el joven a mi padre, mientras Carlisle observó las
muestras de sangre.
—Wow… —soltó mi padre observando los análisis— Tienes
el don de regenerar las heridas rápidamente, ¿no? —Jacob asintió de manera
orgullosa.
—Así es…por eso te dije que no debías cuidarme tanto —me
soltó el chico observándome fijamente mientras que yo simplemente me crucé de
brazos.
—Pero no eres inmortal —respondí de manera cortante, a
lo que mi padre argumentó.
—Pues Edward tiene razón, Jacob… eso no te hace
inmortal… una pelea entre varios de nosotros en tu contra no sería algo de lo
que vivirías para contar. —Aquel pensamiento de ver a Aro, a Cayo y a Marcus
desmembrando a Jacob, me hizo sentir enfermo y al mismo tiempo perturbado a más
no poder.
Intenté cambiar aquella visión por algo más grato,
observándolo justo como lo tenía ahora en frente de mí, vivo y sonriéndome como
lo hacía.
—Tampoco eres inmune a nuestro veneno —notificó Carlisle
observando otros análisis diferentes, acercándome a verlos.
—Si Jacob es mordido por uno de nosotros sería uno de
nosotros y ya no serías Metamorfo, o al menos eso creo. —Nos observamos
mutuamente hasta que el chico alegó.
—Pues procura no morderme, men, porque me encanta ser
un lobo. —Mi padre sonrió, pero yo torné el rostro serio, sin duda jamás le
haría algo así, esto que yo era no se lo deseaba a nadie y menos a él.
—No te preocupes —respondí palmeándole el hombro
mientras tocaban la puerta.
—Pasa, Alice —le pidió mi padre a la chica, la cual
entró rápidamente al abrir la puerta.
—¿Y bien? —preguntó Alice, deseando saber en qué
conclusiones había quedado Carlisle, ya que ella no podía ver nada estando
Jacob en casa.
—Pues el Doc. llegó a la conclusión de que estoy
frito... tengo pulgas mutantes y mi pedigrí es del más bajo… soy un can de esos
callejeros y malolientes que comen de la basura y se rascan el trasero
arrastrándose sentados en el suelo a causa de los parásitos.
Alice soltó una carcajada, abrazándole ante los ojos
atónitos del muchacho mientras que yo no podía parar de reír al igual que
Carlisle, quien le palmeó la espalda al chico.
—Por eso me encanta este can… —alegó ella separándose
de él y observándome mientras proseguía— ¿Sabes?… Este chico jamás reía —soltó
Alice señalándome, comenzando a temer lo que iba a decir—… hasta que tú
llegaste a su vida. —Bajé el rostro sin poder ver a Jacob a la cara, sintiendo
la mirada de mi padre y las interrogantes que se le pasaron por su mente, a lo
que Jacob respondió.
—Pues el bufón no trabaja de gratis, ¿eh?... voy a
pasar una factura por cada sonrisa que le saco a este chico. —Todos rieron,
mientras mi padre palmeó mi brazo tratando de hacerme sentir mejor.
—Bueno, Jacob… ¿quieres ver como quedó tu motocicleta?
—pregunté rápidamente intentando cambiar el tema, a lo que este asintió, siendo
el primero en salir del despacho de Carlisle, siguiéndole muy de cerca, observando
cómo se detuvo al llegar a la planta baja, siendo yo quien caminara delante de
él, ya que el chico no sabía donde quedaba la cochera. Abrí la puerta, y
alzando mi mano muy amablemente, dejé que el entra primero.
Jacob contempló atónito cada uno de los autos que
había en la cochera.
—¡Vaya!… qué colección. —Aquello no lo vi venir, sin
duda él podría pensar que yo lo había llevado allí a restregarle la colección
de autos, pero eso no me importaba en lo más mínimo.
—Ven —le dije mostrándole el bulto que cubría una gran
lona azul, el chico haló con fuerza la lona, dejándola caer al suelo,
observando el trabajo que Rosalie y Emmett había hecho en su motocicleta.
—¡Oh, wow!… —Fue lo único que dijo, observando cómo
habían dejado la moto, la pintaron, la arreglaron por completo dejándola como
de agencia.
—¿Esta es mi moto o el monstruo de tu hermano la
destrozó y compraste otra, tratando de salvarle el pellejo? —Sonreí ampliamente,
negando con la cabeza, mientras respondía.
—Es tu motocicleta, Jacob… fue Rosalie la que hizo el
trabajo. —El chico arqueó una ceja asombrado.
—Mira tú… que sorpresas tiene la Barbie subdesarrollada
esta, ¿eh? —Esperaba que Rosalie estuviera lo suficientemente lejos de la casa
para que no escuchara aquello.
—A ella le encantan los autos y sabe todo sobre mecánica
—alegué, señalando la calcomanía que Emmett le había puesto en el tanque de
combustible a cada lado de este.
—Y eso fue idea de Emmett. —Negué con la cabeza, pero Jacob
sonrió encantado.
—Pues sí que es bastante creativo —dijo el muchacho, acariciando
las calcomanías de lobos que mi hermano le había pegado a la maquina.
Se comenzaron a oír truenos en toda la zona, mientras
que en la casa se dejó escuchar la algarabía y la alegría ante aquello.
—¿Qué sucede? —preguntó Jacob escuchando los gritos
eufóricos de Emmett, abriendo el portón de la cochera que daba a la parte
trasera de la casa.
Contemplé el cielo y en efecto, una tormenta seca se
aproximaba mientras observaba salir a todos de la casa con sus respectivas
camisetas de béisbol y sus gorras, siendo Alice la que se acercara hacia
nosotros y nos entregara una camiseta a cada uno diciéndole a Jacob.
—Vas a jugar beisbol al estilo Cullen.
Le guiñó un ojo al lobo y salió corriendo, alcanzando
a Jasper que llevaba los guantes mientras que Emmett jugaba malabares con los
bates. Jacob me miró intrigado sacándose su remera y poniéndose la camisa que
Alice le había entregado mientras que yo me ponía la mía encima de la que ya traía
puesta, explicándole al extrañado muchacho.
—Cada vez que hay tormenta seca en Forks jugamos un
partido familiar de béisbol.
Él me miró aún intrigado mientras caminábamos por un
sendero hacia el claro donde solíamos hacer aquellos partidos de béisbol a lo
salvaje, donde casi siempre terminábamos Jasper, Alice, Rosalie, Emmett y yo…
peleando y discutiendo mientras que Esme y Carlisle intentaban culminar
aquellas disputas que se tornaban largas y en una interminable competencias de
ver quien tenía la razón o no.
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