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sábado, 24 de enero de 2015

Premoniciones


Fragmento del capítulo 13 de "El azul de la obsesión"
Mi poca tolerancia al rechazo
A ojos de Thomas

—Quiero mostrarte algo.Informó Crow caminando por un largo pasillo, hasta llegar a una puerta que se abría con magia y sistema de seguridad al mismo tiempo, entrando justo al encenderse las luces automáticamente, dejándose ver una estantería repleta de ostras de mar abiertas, y sobre estas, diferentes tipos de perlas. Habían blancas, grises, nacaradas y negras; cada una tenía un pequeño número, que parecía ser una fecha, junto a dos letras iniciales.
—Mmm… ¿es tu pasatiempo?... ¿coleccionar perlas? —Alexander sonrió, negando con la cabeza, tomándome por el brazo para acercarme a una de las repisas de vidrio, señalando una de las etiquetas. Ésta poseía la fecha del cuatro de agosto de mil novecientos noventa y seis, y poseía una letra T y una A debajo de la fecha.
—Esta es la premonición que hubo un día después de tu nacimiento y el de Albsev… ¿quieres oírla? —Lo observé sin comprender, mientras él tomaba la perla, invocando su báculo, el cual dejó caer la piedra de ónix blanca que esta poseía en la garra de la empuñadura, colocando en aquel lugar, la esfera que comenzó a brillar, escuchando un par de voces femeninas recitar al unísono.

“El uno no sobrevivirá sin el otro… aunque sean polos opuestos, se atraerán, y el más débil será al final el más fuerte. Dos niños cruzarán sus vidas y uno será la perdición del otro… pero al mismo tiempo sus complementos… un rayo ancestral se divide y un tercero se une a estos… Caos, muerte y destrucción de parte de uno de ellos, el otro, será la salvación”.
El brillo de la perla se apagó al quedarse todo en silencio mientras la garra se abría, observando como la diminuta esfera era tomada por sus manos, colocándola de nuevo en su sitio, colocando la empuñadura cerca de la piedra de ónix en el suelo, donde la garra la aferró de nuevo al báculo.
—¿Tú lo sabías? —Alexander asintió sin que yo pudiera dejar de observar las esferas a mí alrededor, escuchando como él argumentó a su afirmación.
—También lo de tus hijos mucho antes de que nacieran… yo busqué a Kimberley y fui quien le propuso que diera a los niños en adopción.
—¿Por qué?... ¿eso en que te beneficiaba a ti? —le pregunté algo molesto sin dejar de pasearme por el estrecho lugar, observando todas aquellas premoniciones, pensando de donde las obtendría.
—Sabes que soy el líder de la A.M.R., y por la paz del mundo entre los magos e invenings haría lo que fuera. Gea puso en mis manos la herramienta que necesitaba para llevar el control de los acontecimientos que podrían destruir esa paz Volteé a verlo escuchándole proseguir—. Un par de sirenas siamesas fueron encontradas por unos pescadores invenings… estas poseen el don de la premonición y convierten aquella visión en una perla, yo las almaceno, unas he sabido descifrarles, otras no.
Volteé el rostro, observando que unas tenían un pequeño círculo azul y otras rojo, escuchando a continuación.
—Las azules son las que se han resuelto, las rojas son las que jamás se han resolvieron, y a lo mejor ya sucedieron. Las que no poseen ningún color son las más recientes que aún no comprendo y quiero que tú me ayudes. —Lo miré asombrado.
—¿Por qué yo?
—Eres astuto, inteligente y por demás perspicaz, sé que tú serías un excelente elemento para nosotros. —Sonreí negando con la cabeza.
—Lo siento, Alexander, pero no pienso trabajar para la A.M.R.
—¿Por qué no? —preguntó Crow comenzando a salir de aquel lugar.
—Sería demasiado absurdo trabajar para una organización que luchaba en contra de mi padre.
—Evans trabajó para tu padre y luego lo hizo para nosotros… ¿Eso qué tiene de extraño?... La gente se arrepiente y cambia sus ideales, Ibrahím, ¿o me vas a decir que tú aún deseas conquistar el mundo? —No respondí a aquello, comenzando a caminar de vuelta a la sala, escuchando como él soltaba a mi espalda.

—El que calla otorga, Thomas. —No era la primera vez que Alexander me llamaba por mi primer nombre, pero cuando lo hacía, era un indicio de un posible mal genio hacia mi persona, haciéndome voltear a verle.

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