Gane dinero desde casa

Digital currency exchanger rating

lunes, 1 de diciembre de 2014

4to Capítulo de "El azul de la obsesión"




Capítulo 4
Una mañana acalorada y una tarde fría
Ante los ojos de Thomas
El correr del agua a causa del grifo abierto en el baño me hacía despertar, estirándome en la cama, sintiendo deseos de seguir durmiendo, pero la luz del sol se colaba por mi ventana, y entre los rugidos de Bell y el chillido del ave de Albsev, lograron espantarme lo que quedaba de aquella somnolencia, levantándome de la cama, encaminándome a la sala de baño completamente descalzo, donde Al se encontraba cepillándose los dientes.
Caminé hacia el lavabo posando mis manos en la pared que sostenía el espejo de enfrente, pegando mi pronunciado bulto contra el trasero de Albsev, haciendo que el chico se incorporara comenzando a toser, escupiendo el exceso de espuma que hacía la pasta dental al cepillarse.
—Buenos días —Le solté dulcemente al oído, observando por el espejo como se ruborizaba, deseándome buenos días, mientras retomaba el cepillado de sus dientes.
—Lamento el haberme dormido, estaba muerto de cansancio Me justificaba, tomando mi cepillo y la pasta dental, colocando un poco de esta sobre las cerdas para comenzar a cepillarme junto a él.
—No hay problema, sé que en cada caso dejas el alma y la vida en ello. —Albsev escupía nuevamente, comenzando a enjuagarse la boca, inclinándose para no salpicar, comenzando a toquetearle el trasero.
—¿Thomas?... No.Sonreí sin dejar de cepillarme los dientes, comenzando a escupir la pasta dental, mientras Albsev tomaba una toalla para secarse el rostro.
Me enjuagué y dejé mi cepillo en su respectivo puesto, acercándome a él para secarme de la misma toalla, observándolo intensamente.
—Debes ir a trabajar —exponía él, como si me estuviera leyendo la mente.
—No obtendré lo necesario para el caso hasta las diez de la mañana… que vaya Orión y trate con tu hermano… yo puedo ir cuando se me antoje. —Comencé a apartar la toalla que se interponía entre ambos, acercándome a él mientras éste se echaba hacia atrás.
—A lo mejor Orión no se ha levantado —expuso el chico sonriendo con picardía.
—Así que te gusta jugar al hacerte el duro… ¿No? —pregunté mientras él comenzaba a salir de la sala de baños hacia la alcoba.
—No es eso… es que no me agradan tus “rapiditos” —Dijo el chico haciendo el gesto de las comillas en el aire mientras yo me sentaba en la cama, tomando el celular para llamar a Orión.
Se escuchaba su respuesta y la voz de Whinish cantando en la cocina.
—Me alegra que ya te hayas levantado, necesito que vayas a la oficina y esperes una carpeta que me enviará el nuevo fiscal con las pruebas que tienen sobre el nuevo caso, yo iré en lo que pueda —Tranqué la llamada sin tan siquiera esperar su respuesta, soltándole a Albsev—. Listo, ya todo está cubierto, así que sin duda no será un rapidito.
Albsev sonrió comenzando a caminar hacia la puerta, mientras yo tomaba mi anillo, colocándomelo rápidamente para invocar mi báculo, apuntando hacia la puerta, trabándola con una proclama de seguridad.
El chico volteó a verme mientras yo negaba con la cabeza llamándolo con el dedo índice, sonriendo de medio lado.
—Tengo cosas que hacer, Thomas. —Pero yo me levantaba de la cama después de guardar de nuevo el báculo dentro del anillo, tomándolo de la mano para llevarlo a la cama.
—Le he dicho, joven, que detesto que me digan que no, y más a sabiendas de que lo deseas tanto como yo. —Albsev sonrió nuevamente, volviendo a ruborizarse mientras yo le recostaba del dosel de la cama.
—Debería castigarte.
—¿Por qué? —preguntaba el muchacho con cara de mosquito muerto.
—Porque usted sabe que debe de estar siempre” deseoso de su hombre, amo y señor y jamás contradecirlo. —Albsev colocaba sus manos sobre el dosel, detrás de la espalda, justo a la altura de su trasero.
Volví a invocar mi báculo apuntándole a las manos, atándoselas al dosel mientras hacía desaparecer su camisa y sus pantalones de dormir, dejándolo tan solo en bóxer, contemplando aquella carita suya de ciervo en matadero que me hacía perder toda compostura.
Suspiré para controlarme, ya que su miembro comenzó a endurecerse, tensando la tela del bóxer, donde se dejaba ver una abultada entrepierna.
—Como amo que tu cuerpo reaccione tan solo con que te ate y estés semidesnudo delante de mí. —Albsev sonrió tímidamente, tratando de zafarse, aunque solo lo hacía porque él muy bien sabía que aquel forcejeo me calentaba demasiado.
—¿Y que será esta vez, mi señor Lestinger?... ¿Paleta de madera, fusta o látigo? —preguntó Albsev tratando de sonar lascivo, adorando que después de cinco años su Estocolmo fuese de mal en peor.
—¿Tú qué quieres? —le pregunté sacándome la camiseta blanca, dándole un pequeño beso en los labios.
—Sorpréndeme —respondió el chico, observando como su cara estaba tan roja de deseo como de vergüenza al tratar de sonar insinuante, algo que sin duda le salía muy bien.
—Bien… tengo algo que no he usado contigo —expuse de lo más entretenido, encaminándome hacia el closet, buscando una caja de herramientas donde guardaba los juguetes sexuales que Albsev y yo habíamos comprado en el transcurso de los años.
—Aquí está solté más para mí que para él, mostrándole un pequeño cilindro de cristal.
—¿Eso qué demonios es? —preguntó Albsev tornando el rostro serio mientras me encaminaba acercándomele, para arrodillándome frente a él, comenzando a bajar su bóxer muy lentamente.
—Esto, mi estimado niño, es un cilindro de castigo. —Su sexo quedaba al descubierto, al cual le daba un pequeño golpecito con mi dedo medio, justo en la punta muy cerca del frenillo, logrando que su erección se perdiera.
—Lamento mucho hacer eso, pero esto no puedo colocarlo si está erecto tu amiguito. —Comencé a introducir su miembro dentro del cilindro de vidrio con una pequeña ranura en la punta, pasando el candado que este traía por debajo de sus testículos, asegurando el cilindro al candado en un movimiento rápido que hizo gritar a Albsev.
Me levanté sonriéndome como un completo malnacido a causa del dolor que le pudo haber causado aquello al muchacho.
—¿Quieres que te amordace, Al? —El aludido negó con la cabeza, moviendo sus piernas para controlar el dolor— Entonces no vuelvas a gritar, o tendré que amordazarte. —Volví a caminar hacia la caja, sacando un paquete que no había destapado aún.
Comencé a sacar las bolas chinas que habían dentro del paquete mostrándoselas a Albsev, el cual abría grande los ojos preguntando que para qué diantres era aquello.
—Esto es algo que va a ir directo a esa delicia de trasero que tienes —El chico negó con la cabeza, alegando que aquello lo iba a destrozar internamente—. No seas exagerado, aquí lo único que puede destrozar ese lindo culo es este señor de acá.
Le respondí apretándome la entrepierna de lo más descarado, invocando nuevamente mi báculo para desatarlo y llevarlo hasta la cama entre mis brazos, ya que al parecer, el juguetito de tortura le había encalambrado las piernas.
—Voltéate y colócate de rodillas con la cara sobre la almohada. —Albsev me miraba fijamente sin poder creer lo que le estaba pidiendo, comenzando a lubricar las bolas chinas con un lubricante en spray, volteando a verle.
—Que te voltees Albsev, es una orden. —Aquello no había cambiado entre nosotros, aunque ya no poseía aquel brazalete con el que lo torturaba y obligaba por medio de la marca, Al había creado aquel síndrome suyo de hacer todo lo que yo le ordenara en aquel tono imponente y autoritario, percatándome de que aquello lo excitaba y lo hacía dependiente de mí.
Albsev se volteó lentamente, comenzando a tomar la posición indicada, haciendo un leve movimiento de mi báculo para que las sábanas lo maniataran a la cama, tal cual como nuestra “forzada” primera vez.
Me coloqué en frente de aquel trasero suyo, el cual se encontraba predispuesto para la penetración, mientras podía escuchar la respiración agitada del muchacho que se movía de manera incomoda.
—Quieto y relájate —Moví el cilindro que colgaba en su miembro, escuchando como el chico se quejaba—. Vas a acabar tan rápido que hasta me darás tiempo a ducharme y desayunar.
La primera esfera era pequeña…. De aproximadamente unos tres centímetros de diámetro, la cual entraba en aquel diminuto y apretado agujero de mi hermoso y deseoso muchacho con facilidad, aunque Albsev se quejaba comenzando a jadear, dejando las otras dos esferas guindando, ya que aquellas se encontraban adheridas entre sí por un grueso nylon.
—¿De dónde aprendes tantas perversiones?... ¡Por Gea! —preguntaba el chico haciéndome sonreír, y acariciándole los testículos, comenzaba a posicionar la segunda esfera de unos cinco centímetros de diámetro.
—Es tu culpa, si no fueras un niño deseoso de que te perviertan, mi mente no trabajaría creando tanto morbo. —Empujaba poco a poco la esfera que comenzaba a expandir aquel lubricado y palpitante agujero anal, escuchando los gemidos de Albsev, el cual exclamaba que aquello le dolía.
Empujé la esfera haciéndola entrar por completo, apretándome el bulto al escuchar los jadeos y la agitación del chico que estaba perdiendo el control.
—Quítame el cilindro, Thom, please… please… quiero que me masturbes, quiero acabar por favor, te lo ruego… te deseo, Thom, te deseo demasiado. —Justo eso deseaba escuchar de sus labios… que me deseaba, que me rogara que lo hiciera acabar, y más aún, que me rogara que lo hiciera mío y que me amaba al punto de dejarse hacer lo que se me viniera en ganas.
—No te haré acabar hasta que la última esfera entre —le solté al joven que no paraba de mover sus pelvis como si estuviese penetrando a alguien.
Me levanté y busqué mi pequeño frasco, aquel que tenía la poción que hacía deseoso, dilatado y húmedo aquel orificio anal que me traía por demás enviciado. Unté una buena cantidad, dedeándole aquella zona por entre las esferas, escuchando como el chico gemía y se quejaba, enloqueciéndome cada vez más.
La poción sin duda la había logrado mejorar, en cuestión de segundos Albsev pasaba de ser aquel niño tímido y penoso, a ser una zorra de la esquina del peor barrio de Chattanooga.
—Cógeme, maldita sea… te odio hijo de puta… odio cuando me pones así… Aaah… Por Gea… ten piedad, Thomas, please. —Sonreí como un completo desgraciado disfrutando aquellas palabras tan sucias.
Comencé a empujar la última esfera mientras Albsev gritaba pidiendo más, así que se la empujé de un solo golpe y el chico volvió a mover su pelvis como si follara, dándole dos buenas nalgadas sin dejar de sonreír al verlo en ese estado.
Me levanté de mi cama sin dejar de admirarlo, tomando mi fusta, una que había decidido comprar simplemente porque él así lo había pedido.
Subí a la cama, acomodándome frente a su rostro, tomándolo por el flequillo del cabello para levantarle la cabeza.
—Levántate —le ordené haciendo que el muchacho se colocara en cuatro patas. Tomé mi sexo, tan erecto que dolía ante tanta excitación, aferrándolo con la mano izquierda, mientras seguía maniatándolo por los cabello con la derecha, comenzando a darles pequeños golpes sobre los labios, a lo que Albsev abría inmediatamente la boca y yo introducía mi sexo en su cavidad bucal hasta el fondo.
—Vas a chuparlo mientras te castigo por hacerte el que no quieres cuando lo deseas más que yo… ¿Está claro? —Me asintió comenzando a degustarse mi virilidad como el más deseoso de ella, haciéndome sentir escalofríos y deseos de violarle esa delicia de boca, comenzando a darle fustazos, sintiendo como en cada uno de ellos apretaba los dientes.
—Juro que si me muerdes, Albsev, no va a haber culo que coger, porque voy a darte la paliza de tu vida hasta que te defeques… ¿Me has oído? —Él alzaba la mirada para verme de manera retadora haciéndome fruncir el ceño y volviendo a formularle la pregunta.
Albsev asintió a lo que pudo mover su cabeza, volviendo a retomar la felación, soltándole fustazos tras fustazo, aquellos que surcaban con intensas rayas rojas sus blancas y delicadas nalgas.
Aquello me puso por demás deseoso, caliente y sin intención alguna de seguirme aguantando el orgasmo que se acumulaba castigando cruelmente a mis genitales. Solté la fusta y saqué mi sexo de la boca del chico, levantando su rostro y aferrándolo con fuerzas del mentón con mi mano izquierda, apretando sus mejillas con mis dedos para que separara los labios, comenzando a masturbarme vigorosamente el erecto pene con la derecha, escuchando como el chico se quejaba y jadeaba imaginando que se había corrido tan solo con verme hacer aquello frete a su cara.
Sus jadeos y estremecimiento eran lo que faltaban para conseguir mi desahogo, irrigándole toda la boca al chico con mi esencia, el cual cerraba los ojos mientras yo seguía gimiendo sin dejar de estimular mi sexo, sacudiéndolo para llenar todo su rostro de semen.
Hice un movimiento rápido con mi báculo logrando que las sábanas dejaran de infligir aprehensión sobre el chico, pidiéndole que se levantara, quedando de rodillas, igual que yo, sobre la cama.
—No tienes idea de lo que me hace sentir el ver ese hermosos rostro irrigado de esa manera con mi esencia —le solté al chico que sostenía el cilindro para que el peso no lo lastimara más, mientras yo comenzaba a recoger el semen que había caído en la comisura de sus labios para introducirlo en su boca.
—Quiero ver cómo te lo saboreas.
—¡Maldito! —me soltaba Albsev, a lo que yo sonreí disfrutándome aquello.
—¡Oh, sí!... sí que lo soy respondí de los más entretenido, acostándolo en la cama, apartando sus piernas una de la otra, apuntándole con mi báculo a sus genitales para quitarle el seguro al candado, y así liberarlo del castigo.
Saqué su pene del cilindro, percatándome que, en efecto, Albsev había tenido una eyaculación espontánea, pero sabía que no había logrado alcanzar el orgasmo.
No llegaste al orgasmo, ¿cierto? —Albsev negó con la cabeza, haciendo un leve gesto de dolor al sentir la liberación de su sexo, el cual comenzó a estirarse ante una prominente erección.
Comencé a sacar una a una las bolas chinas de su trasero, escuchando cada uno de sus tormentosos gemidos, mientras el muchacho se masturbaba ante lo que la expulsión de las esferas le hacía sentir.
Saqué la última esfera, observando como su trasero se encontraba dilatado y palpitante tomé sus piernas, sosteniéndolas sobre mis hombros, acomodándome sobre él, y sin ningún deseo de pretender ser dulce como él siempre me lo pedía, lo penetré hasta el fondo, al lograr una nueva erección a causa de verlo tan caliente.
No había durado mucho embistiendo al muchacho, entrando y saliendo brusca e insistentemente de él, cuando el chico, que no paraba de masturbarse, acababa copiosamente, salpicándose todo abdomen con su esencia, mientras seguí y seguí penetrándole hasta obtener mi segundo desahogo, dejando caer mi cuerpo sobre el de Albsev, el cual me abrazaba con fuerzas, besándome el cabello y acariciándome la espalda sin dejar de apretarme contra su cuerpo, el cual temblaba ante tanto ejercicio físico.
Después de un rato me levanté para irme a duchar, observando en el reloj despertador, el cual indicaba que faltaban veinte minutos para las diez de la mañana. Salí de la habitación de baño después de una ducha rápida observando que Albsev se había vuelto a dormir.
Me vestí rápidamente, tratando de no hacer ruido, enfocándome a cada tanto en el rostro de mi pareja que dormía con una amplia sonrisa; me acerqué a él después de terminar de peinarme, arropándolo y dándole un beso en la mejilla, comenzando a caminar hacia la puerta donde escuchaba un casi inaudible...
—Te amo. —Me giré para verlo, pero él se encontraba en la misma posición y sin abrir los ojos.
—Ídem —respondí, saliendo de la habitación rumbo al nexus, ya que era demasiado tarde como para ir conduciendo hasta la oficina, aún con el auto que tenía.

*~*~*~*~*~*~*

Llegué a la oficina a eso de las diez y media, donde Alexia me daba los buenos días, respondiéndole secamente, pidiéndole que me trajera una taza de café.
Entré observando a Orión en su escritorio, uno que tenía la oficina a un lado, cerca de la puerta.
—¡Vaya! Hasta que apareces… Crow te ha llamado dos veces y el fiscal ya trajo la carpeta con los análisis forenses, pruebas antidoping y examen psicológico. —Le asentí dejando mi maletín en uno de los sofás, sentándome para comenzar a leer el informe, abriendo la carpeta, percatándome de una nota que decía.

“Muy bien jugado de tu parte, dejar a tu primo encargado para no tener que verme, no importa, ya nos veremos tú y yo en los tribunales… cualquier cosa ya sabes dónde encontrarme”
Terius Townsend
Fiscal de distrito

—Hijo de puta —solté de malas, observando como Orión alzaba el rostro para verme.
—¿Lindo, no?... por lo menos no dejó una foto suya en tanga. —Aquello hacía que le fulminara con la mirada, pero él simplemente se encogía de hombros retomando su escritura en el computador.
—¿Qué haces? —le pregunté después de romper la nota y arrojarla a la basura.
—Debo entregar un trabajo para el lunes.
—¿De qué trata? —pregunté nuevamente, comenzando a leer el informe fiscal de cómo fueron encontrados los cadáveres.
—Pues trata sobre el análisis de mercadotecnia… —Asentía a cada una de las explicaciones, retomando de nuevo su trabajo, mientras me enfocaba en mi lectura.
“El cuerpo del occiso de cincuenta años se encontró en el pasillo de la segunda planta de la casa, cerca de las escaleras… El del joven de diez años, en la puerta de su habitación, con un arma, la cual había sido disparada”
Traté de imaginarme la escena.
“La mujer fue encontrada en la escaleras en estado de shock… sus huellas y ADN se encontraron en cada uno de los cuerpos… no se encontró el casquillo del arma y tampoco dónde impactó el disparo”
Me empecé a rebanar el cerebro imaginándome todo aquello que no tenía ni pie ni cabeza, comenzando a apretarme la frente tratando de pensar.
Decidí pasar al segundo informe, el del análisis forense, saltándome lo de los nombres y todo el protocolo, enfocándome en lo que me interesaba.
“Efraín B. Lombrich
Hora de la muerte: 3:37 am.
Causa de la muerte: golpe contundente en la cabeza repetidas veces contra el suelo”
“Así que no lo mató el desgarramiento del tórax”, pensé sin dejar de leer, observando que Alexia entraba con mi café, dejándolo en el escritorio, retirándose sin dejar de ver a Orión que ni le prestaba la más mínima atención.
“Tórax abierto a la fuerza, no hubo cortes de bisturí ni ningún arma punzo cortante, encontrándose desgarramiento de la piel, y así mismo, de los vasos y arterias del corazón, demostrando que el órgano extirpado fue arrancado a la fuerza y no por métodos quirúrgico”
“No, esto no lo pudo haber hecho esa mujer”, me dije a mí mismo al ver que aquello debió ser ejecutado por un hombre, como mínimo, aunque más parecía hecho por un animal.
Comencé a leer el del niño, encontrándome con que solo había sido degollado con tres cortes limpios en el cuello y que la supuesta arma que había hecho los cortes no se había conseguido en la escena del crimen, pero que el ADN de la acusada se encontraba en el cuerpo del niño, y así mismo, en las heridas que le habían causado la muerte.
Leí todo el informe encontrándome al final la firma, sello y nombre de la doctora forense que había realizado la autopsia.
Lyra Luz Townsend
Doctora Forense
Sonreí al leer aquel nombre, recordando el día donde me había expresado el deseo de ser doctora.
—Así que eres médico forense. —solté entre dientes, observando fijamente el nombre de la hermana de Albsev.
Sabía que había tomado sus estudios en medicina y que se había ido de la casa de sus padres, para un pequeño departamento en la ciudad, pero Albsev y yo tratábamos de no hablar de ella, ya que eso siempre ocasionaba malestar en nuestra relación y decidimos no volver a nombrarla. Pero al parecer el destino la traía nuevamente a mi vida, y aquello me daba entre alegría y cierto temor.
Tomé mi café para enfocarme en otro de los documentos, encontrándome con que la mujer no tenía indicios de drogadicción y que solo se le encontró en su sistema circulatorio  un solo medicamento… “Bromazepan” el cual, era prescrito por su médico de cabecera.
Me levanté de mi asiento dejando la taza de café a medio beber en el escritorio, tomando mi maletín, ordenándole a Orión.
—Necesito que compres cosas de uso personal femenino, si quieres llévate a Alexia y que ella te ayude.
—¿Qué?... ¿Y eso para quién? —preguntaba mi primo, a lo que yo respondía acomodándome el saco marrón oscuro que hoy traía puesto con una camisa roja sin corbata.
—Es para mí clienta, me pidió cosas de aseo personal, yo debo ir a la morgue del estado —solté sin poder creer que iría a confrontar a Lyra.
—¿Por qué tengo que ir con ella?... ¿No ves que le gusto? —Sonreí abriendo la puerta.
—Pues hacen linda pareja. —Orión frunció el ceño, mientras le solté, tratando de ser amable.
—¡Vamos!... según tengo entendido, tiene novio.
—Pufs… en sus sueños —respondió mi primo mientras le solté rápidamente.
—Me da igual, ve con quien te dé la gana, pero lo necesito para las tres de la tarde que iremos a verla, ¿está claro? —Orión me asintió mientras salí al fin del despacho, informándole a Alexia que hoy tampoco almorzaría en la oficina.
Comencé a caminar por entre los cubículos, abriéndome paso entre los agentes de policía, los clientes y el gremio de abogado con sus respectivos asistentes y secretarias, escuchando aquella maldita voz que ya me tenía irritado.
—Allí va el consentido del gobernador. —Me detuve dándome vuelta para encararlo y el muy cretino me sonreía y saludaba como si nada.
—Si fuera el consentido de Crow, tú ya no estarías trabajando para esta firma, Christopher.
—¿Tan mal te caigo?... ¿O no soportas la competencia? —Negué con la cabeza sonriendo irónicamente, respondiendo de lo más tranquilo.
—Tú no eres competencia para mí, he ganado todos los casos que me han dado a diferencia de ti, que solo llevas quince ganados de veinticinco que te han asignado.
—Sí, pero he ganado más que tu. —Respondió el cretino con aquella sonrisita suya de satisfacción.
—Me han asignado diez, Christopher… diez caso de los cuales cuatro tú no quisiste tomar porque los creías casos perdidos, y los he ganado todos… no es la cantidad, Christopher, sino la calidad lo que me diferencia a mí de ti.
Retomé mi andar rumbo a los nexus, escuchando como me replicaba.
—Sobre todo la calidad de tu secretaria… Wow… que envidia. —Éste soltó una carcajada, a lo que yo volteaba de nuevo, deteniéndome para soltarle con una amplia sonrisa.
—Eso es para que te des cuenta que no soy el favorito de Crow, fue él quien me impuso esa secretaria.
—Entonces debes envidiar el que yo tenga una como Fabiola en mi oficina. —El malnacido posaba la mano sobre el hombro de su secretaria, una hermosa joven de diecinueve años de edad, tez blanca y pelirroja… su escote era pronunciado y dejaba ver el montón de pecas que se extendían por toda su piel, labios carnosos y ojos violetas que con aquel toque púrpura, los hacían realmente encantadores.
—¿Y qué importa tenerla o no en mi oficina?... —La chica comenzó a ruborizarse, volteando el rostro, enfocándose en el computador a sabiendas de lo que yo soltaría a continuación— Tú la tienes de adorno en una mesa, mientras que yo la he tenido en mi auto.
—Sí, claro, dándole un aventón. —El idiota volvió a sonreír, a lo que le solté a la joven que trataba de no verme a la cara.
—Por cierto, Fabiola… tus pantaletas aún están debajo del asiento de mi auto. —La chica se tapaba la cara y los demás trabajadores cercanos a la oficina de aquel pedante comenzaron a reírse y burlarse de él, mientras la chica tomaba el teléfono como si realizara una llamada sin pretender responderme, sonriendo por demás complacido al verle la cara de ira que había adoptado el rostro de aquel idiota ante mis palabras.
—Que tengas buen día, Christopher. —Salí de aquella zona rumbo a los nexus, proclamando la dirección de la morgue, desapareciendo de aquel lugar con una amplia sonrisa.
Ante los ojos de Lyra
Me encontraba haciendo una autopsia a un hombre caucásico de treinta y cinco años de edad que había sido asesinado de varios impactos de bala.
La puerta se abrió, escuchando la voz de mi asistente soltar desde la entrada de la sala cinco, donde me encontraba esa mañana junto a la enfermera que me ayudaba a redactar el informe.
—Doctora Townsend, un abogado del Heliea pide hablar con usted. —Yo rodaba los ojos, espetándole de mala gana.
—Dígale que ahora no puedo atenderle —respondí comenzando a hacer mi informe.
—Pulmón derecho intacto… izquierdo con dos perforaciones, una de las balas quedó dentro del pulmón, la otra salió limpiamente por un costado. —La chica escribía rápidamente, escuchando como la otra trataba de hacer desistir al hombre que, al parecer, seguía enfrascado en hablar conmigo.
—Doctora, dice que esperará hasta que usted se desocupe. —Suspiré, a lo que me dejaba el tapabocas, tomando el pulmón lacerado para colocarlo sobre la balanza mientras le respondía a la asistente.
—Dígale que si tiene los testículos bien puestos y el estómago de acero, que pase… no me hago responsable por desmayos ni malestares estomacales de idiotas que se hacen llamar hombres y que no soportan ni ver una gota de sangre.
Espeté aquello en voz alta para que el maldito abogaducho me escuchara y se fuera a la mierda.
Seguí mi trabajo, escuchando como la puerta de vaivén se cerraba, dándole el peso exacto del pulmón a la joven para que lo anotara, volviendo al cuerpo donde comenzaba a revisar el estómago.
—Wow… toda una diosa de los muertos, no sabes lo que me hace sentir el ver que lograste tus sueños y mucho más, Lyra. —Me quedé inerte al escuchar aquella voz, dejando el bisturí dentro del cadáver, volteándome para verlo sin poder creer de quien se trataba.
—¿Tú? —respondí sin dejar de verlo a la cara, comenzando a halar mi tapaboca hacia abajo para aparatarlo de mi cara.
—Hola, Lyra… o mejor dicho, doctora Townsend. —Sus intensos ojos cenizos con aquel reflejo púrpura se clavaban en los míos, que lo miraban sin poder creer que se encontraba frente a mí.
Le miré de arriba hacia abajo escaneando cada parte de él.
—¡Vaya!... sin duda es una sorpresa el volver a verte. —No sabía a ciencia cierta si era una grata sorpresa o una muy indeseable.
Él alzó una mano hacia mí para tocar un mechón de mi cabello que se escapaba de mi gorro, a lo que yo reaccionaba echándome hacia atrás.
—Cortaste tu cabello… sin duda me agrada más largo, pero debo admitir que ese corte te hace ver realmente muy profesional y hermosa.
Volví a cubrir rápidamente la mitad de mi rostro con el tapaboca, tratando que no notara el asombro de verlo aquí, en lo que creí era mi área segura de todo aquel pasado que me había dolido tanto.
—¿Qué quieres, Thomas? —El tan solo decir su nombre me hacía estremecer.
—Pues llegó a mis manos tu análisis o informe forense sobre el caso que estoy llevando.
“¿Cual podría ser?... ¿Qué caso lo había hecho venir hasta aquí para enfrentarme de esa manera tan descaradamente única de él?”
—Es el caso del científico, Efraín Lombrich soltó al fin como si pudiese leer mi mente.
—¿Qué con él? —respondí, comenzando a abrir el estómago del occiso a ver si eso le ablandaba el de él y se largaba de mi vista, aunque muy en el fondo lo que deseaba era voltear y no parar de verlo.
—Pues aunque tu informe es bastante completo quería saber, como persona, que piensas de lo que le pasó al hombre. —Al parecer el olor no le importunaba en lo más mínimo, e incluso notaba como observaba dentro del cadáver.
—Pues sin duda no lo mató ella… lo que le hicieron a ese hombre solo lo pudieron haber hecho con maquinaria pesada o un animal con fuerza sobrehumana. —Dejé de hacer mi trabajo para al fin encararlo, soltándole rápidamente a la enfermera.
—Déjame a solas con el abogado. —La chica dejaba la tabla con el informe forense que realizábamos en la mesa, comenzando a caminar hacia la salida.
—Tú no estás aquí solamente por el caso… ¿No es así? —Thomas sonrió de medio lado, haciéndome perder toda compostura, mientras se movía muy lentamente hacia el escritorio para dejar su maletín y volver a mi lado.
—Quería verte. —Sin duda no había dejado de ser el mismo descarado de siempre.
—¿Por qué?... ¿Mi hermano ya no te satisface? —A lo que bufó por la nariz sin dejar de sonreírme.
—¡Oh, no!... claro que no, justo esta mañana…
—No quiero saber de tus encuentros sexuales con mi hermano, Thomas. —Le interrumpí al ver como estaba a punto de soltarme alguna de sus porquerías.
—Pues tú preguntaste —respondió el muy cretino por demás de entretenido—. Por cierto, tengo entendido que las últimas palabras que tú y Albsev cruzaron fue que tú ya no lo veías como tu hermano, sin duda le dará gusto el saber que no es así.
Suspiré para controlar mi mal carácter, que en estos cinco años se había vuelto tan insoportable que ni yo misma me soportaba a veces.
—¿Tienes más preguntas o eso era todo? —espeté, recostándome de la mesa de operaciones, mientras él negaba con la cabeza.
—¿Qué tipo de animal crees que pudo haber hecho esto? —preguntó acomodándose el cabello en su sitio, ya que ahora no dejaba caer aquel mechón tan sensual en su rostro, sino que se peinaba de lado, usando gomina para mantenerlo en su lugar.
—No te podría dar una respuesta, lo que puedo hacer por ti es enviarle fotos de las heridas a mi prima Dominique que es quien se encarga de las criaturas míticas y ese tipo de cosas, la debes recordar por el asunto con tu dragón. —Él me asintió alegando que la recordaba perfectamente.
—Pues te agradecería enormemente ese favor, aunque sé que no merezco nada de ti. —Me incorporé volviendo a enfocarme en el cadáver, aunque simplemente le miraba tratando de mantener mi mente en aquel cuerpo en descomposición y no en sus hermosos ojos que me miraban, taladrándome el alma.
—Pues es mi trabajo, Thomas, ayudar a la fiscalía, y así mismo, a cualquier caso, así que más que un favor, es mi deber. —Él me asintió caminando nuevamente hacia el escritorio en busca de su maletín mientras yo le seguía.
—¿Puedo preguntar? —Él volteaba a verme asombrado al percatarse de que le había seguido.
—Sí, claro… pregunta.
—¿Qué pasó con la niña que te dio Kimberley? —Thomas tornaba el rostro serio tratando de controlar la molestia que aquella pregunta le causaba.
—Está en un centro de adopción.
—Lo sé… en el que lleva mi padre… mi pregunta es, ¿qué piensas hacer al respecto con ella? —solté tratando de probar su reacción.
—Nada, no pienso hacer nada… espero que sea adoptada y sea feliz con alguna familia que la aprecie —soltó secamente comenzando a caminar hacia la puerta, mientras yo le seguía preguntándole rápidamente.
—Si fuese sido yo quien saliera embarazada… ¿Hubieses hecho lo mismo, Thomas? —El hombre se quedaba inmóvil en la salida sin hacer ni decir nada.
—¿Me hubieses pedido que lo abortara?... ¿O simplemente te hubieses desentendido de nosotras como lo estás haciendo ahora con esa niña?
Se volteó de golpe, observándome serio mientras yo me cruzaba de brazos, alzando una ceja en espera de su respuesta.
—Me hubiese quedado con ustedes dos y desistido de mi relación con Albsev, aunque aquello me hubiese roto en mil pedazos.
—¿Por qué?... ¿Qué puede tener un hijo mío que no tenga esa niña?... es “TÚ” hija, Thomas.
—¡Basta, Lyra!... si pretendes torturarme, déjame decirte que vas por muy buen camino.
—¡Oh no, no!... si quisiera torturarte estarías atado a mi mesa de trabajo donde te extirparía los testículos con una pinza sin ningún tipo de anestesia.
Thomas sonrió apretándose el bulto con total descaro haciendo un gesto de dolor, sin poder controlar una mueca divertida ante aquello.
—Me encanta cuando ríes —soltó acercándose a mí, a lo que yo respondí.
—Y a mí que seas tan atractivamente descarado… pero contéstame la maldita pregunta, Thomas. —Él suspiró tomando su maletín con ambas manos, sosteniéndolo en frente de él, mientras me respondía.
—No era tu hija… era de ella y no la amaba.
—¿Y el que no la ames a ella implica no amar a una niña que no sabe por qué coño está metida en un orfanato? —Negué con la cabeza mientras comenzaba a retirarme, volviendo hacia la mesa de trabajo.
—Me agrada saber que hubieses amado más un hijo mío que uno de ella… pero un hijo es un hijo, Thomas, el error fue tuyo, no de esa niña, ¿y sabes qué?... eso te hace despreciable ante mis ojos. —Thomas me miraba inerte en la puerta, mientras yo le daba la espalda, retomando mi trabajo.
—Si me disculpas, debo seguir con mi trabajo… en lo que tenga el informe de Dominique te lo haré llegar. —Thomas agradeció el favor, respondiéndole con total simpleza que no era nada.
Se escuchó como soltaba la puerta de vaivén que había mantenido abierta con su hombro, mientras yo volteé a verle rápidamente.
—¿Y Thomas?... —Él volvió a abrir la puerta observándome detenidamente— Fue, aunque no lo creas, un enorme gusto el volver a verte.
Él me sonrió alegando que para el también había sido grato, aunque podía notar que mi interrogatorio lo había desarmado.
Volteé nuevamente, enfocándome en mi trabajo, aunque podía sentir como el tapabocas comenzó a humedecerse a causa de las lágrimas que comenzaron a fluir sin poder controlar aquel llanto que se me ahogaba en la garganta.
Comencé a desmoronarme por completo en aquel llanto, sintiendo que mi vida pudo haber sido perfecta a su lado, o simplemente eso deseaba creer.

Traté de controlar aquel llanto, pensando en mi hermano Albsev al que no le hablaba desde hacía cinco años a causa de alguien que, al parecer, era tan cruel como para no amar a su propia hija, fuese de quien fuese la niña y eso… a mi opinión, dejaba mucho que desear de él.

¡"EL AZUL DE LA OBSESIÓN" YA ESTÁ A LA VENTA!

No hay comentarios:

Publicar un comentario