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lunes, 3 de noviembre de 2014

1er Capítulo de "El azul de la obsesión"



Capítulo 1
Una extraña noche de Navidad
Cinco años después
Ante los ojos de Thomas

Contemplé la cena que se vislumbraba delante de mí, recostado en la silla del comedor de la casa Lestinger… justo en la cabecera de la amplia mesa de caoba de seis puestos.
Jugueteaba con mi copa de vino tinto “Chateau Margaux”, un regalo de Lucian de uno de sus tantos viajes a Francia. A mi alrededor había todo tipo de platos… desde pato à L´Orange hasta pasteles de hojaldre y nueces, era realmente una mesa espectacular. Las velas adornaban todo el lugar en conjunto con las luces navideñas, dándole a la casa un especial toque familiar por demás elegante. Pero algo había cambiado este año.
Miré las sillas que adornaban como siempre la mesa alrededor de esta, las cuales se encontraban completamente vacías y suspiré algo apesadumbrado.
—¿Soledad?... solo la pasaremos tú y yo solos… así que… ¡Salud! declamé alzando mi copa, brindando con la única que me hacía compañía esa noche.
No me quejaba, yo lo había decidido así… sentía que todos los años había obligado a los muchachos a pasar aquellas festividades en la casa Lestinger, percatándome como cada uno terminaba a escondidas llamando a sus seres queridos, haciéndome sentir como si aquello era algo impuesto por mi persona.
Pero este año les había ordenado, desde hacía dos semanas atrás, que no quería a nadie en esta casa y que cada quien se fuera a pasarla donde más lo deseara.
El único quien al parecer no había acatado aquella orden había sido yo mismo… por un momento pensé en Londres, luego en España para terminar deseando ir a Francia, imaginándome una Nochebuena por demás extraordinaria.
Pero terminé quedándome en Chattanooga, brindando con un vino francés en la soledad absoluta de la casa que se vestía de silencio y, que al parecer, le sucedía lo mismo que a mí… estaba sin un ápice de apetito.
Me levanté de mi silla llevándome la copa y la botella de vino conmigo para sentarme en el amplio salón encantado, donde me recostaba del enorme sofá victoriano que había escogido Azcassia aquel día en que casi mato a los muchachos gracias al demonio hermano que había vivido dentro de mí y que al final no era más que un mal recuerdo de aquellos días de escuela.
Un fuego tenue ardía en la chimenea, mientras bebía todo el contenido de la copa de un solo trago, comenzando a llenarle nuevamente, dejando la botella en la pequeña mesa en frente de mí, recostándome nuevamente para posar mis pies sobre ésta, cruzándolos entre sí.
—Pudiendo andar con cuanta mujer francesa libertina se te cruzara por enfrente, y tú aquí embriagándote solo como un perfecto idiota.
Volvía a tomar un sorbo de mi copa admirando como la sala se transformaba en un bosque de pinos completamente cubierto de nieve.
—De paso melancólico, esto es nuevo. Aquello de hablar conmigo mismo me había quedado como manía ante el haber convivido tantos años con aquel demonio que había sido mi única compañía.
Bebí de nuevo comenzando a buscar en mis bolsillos la caja de cigarrillos, colocándome uno entre mis labios, invocando mi báculo para encenderlo con la ayuda de mi elemento regente.
Una honda calada casi me hace desvariar… solté rápidamente el humo que había inundado de nicotina mi sistema respiratorio, mientras me desanudaba la corbata, jugando por un rato con el cigarrillo en mi boca para aspirar una segunda calada escuchando ruidos en la cocina.
“Maldita Whinish, de seguro debe estar acabando la cocina con lo torpe que es”, pensé escuchando un nuevo golpe y a la erkling pegando gritos.
—¡WHINISH!... ¿Quieres hacer el favor de mantenerte en silencio? le grité a la criatura, la cual salía corriendo de la cocina hasta la sala con un sartén en la mano.
—Amo Thomas, amo Thomas… un ladrón se ha metido en la casa.Me levanté rápidamente mientras la pequeña se abrazaba de mi pierna, colocándose a mis espaldas.
Apunté mi báculo hacia la puerta de la cocina justo cuando ésta se abría, observando un bulto de sábanas, cortinas, cuerdas, sartenes y utensilios de cocina, todo en aquel gran bojote que salía a tropezones, luchando para quitarse todo aquello de encima.
—MALDITA ERKLING DE MIERDA, ¿TE HAS VUELTO LOCA?
La voz de Orión me hizo bajar el báculo mientras la criatura comenzaba a soltar mi pierna para acercarse al chico, tratando de quitarle lo que, al parecer, había sido una trampa improvisada de su parte.
—Amo Orión… discúlpeme… ¿pero qué quería que hiciera si se mete así a hurtadillas por la ventana de la cocina?
Observé al descerebrado de mi primo, quien de seguro pretendía jugarme una broma al ver que éste traía unas sábanas encima a parte de las que Whinish le había arrojado.
Orión le lanzó el sartén a la erkling, la cual desaparecía, dejándose escuchar el metal que pegaba contra el suelo, terminando debajo de uno de los muebles.
—¿Se puede saber qué demonios haces entrando a hurtadillas en la casa?
Orión se arreglaba el cabello mientras se sacaba las cuerdas de entre las piernas, respondiéndome en un tono molesto, dejándose ver un pequeño cambio de ambiente de la sala.
—Pues estaba fastidiado en la casa Malswen, mi mamá no para de hablar de sus viajes, mi padre solo sabe llevarle la contraria a mi madre y los abuelos tratando de ser los réferis de ese par que al parecer jamás se lograrán llevar bien.
Tomé nuevamente asiento en el amplio sofá, alegando después de beber otro poco de mi copa, descargando el exceso de cenizas del cigarrillo sobre el cenicero, contemplando esta vez un bosque de una diversidad vegetal más densa, con un leve rocío de nieve sobre las copas de los árboles.
—¿Por qué te extrañas?... sabes que ellos dos no nacieron para estar juntos… ella es Libra y el Aries… no son para nada compatibles, además… no culpo a Drake… esa mujer es realmente insoportable.
Orión me miró de mala gana acotando que hablaba de su madre y que le tuviera un poco más de respeto, yo me encogí de hombros retomando mi postura en el sofá, dándole otra calada a mi cigarrillo, mientras Orión tomaba la botella para beber del pico.
—No te atrevas, vas a dañarle el buque al vino, ve y busca una copa como lo hace la gente civilizada.
Mi primo se retiró de mala gana refunfuñando entre dientes que ni para estas fechas era amable, explicándome, después de haber ido a buscar una copa, que solo pretendía asustarme como el fantasma de “un cuento de Navidad”, alegando que yo parecía el mismísimo “Ebenezer Scrooge”, deseando pasar las Navidades solo.
—Pues para aguantarme a tus padres y pretender estar feliz delante de Lucian y Azcassia,  prefiero mil veces quedarme solo.
Orión se sirvió una copa, bebiendo mientras me pedía la colilla de mi cigarrillo, entregándosela después de una última calada, escuchando como introducían la llave en el picaporte de la puerta principal, volteándonos ambos al mismo tiempo, observando como Albsev entraba a la casa con un paquete en la mano.
—Caramba… llegó el grandes ligas Albsev Townsend. ¿Qué sucedió, Al? ¿Te corrieron de la casa o tú también viniste a asustar a Ebenezer? —expuso el rubio joven a mi lado con aficiones de comediante, sentado en el borde de la mesa, desbaratando la colilla sobre el cenicero para apagarla.
Albsev sonrió sacándose la bufanda para dejarla sobre el perchero detrás de la puerta, mientras le respondía a mi primo sin dejar de observarme.
—Pues estuve tentado, pero preferí entrar normalmente por la puerta ya que sé que Whinish es algo peligrosa.
Traté de no sonreír mientras Albsev dejaba el paquete sobre la mesa, sentándose a mi lado después de sacudirse la chaqueta negra que traía puesta.
—Pues eso fue algo que Orión no pensó y se llevó sus buenos sartenazos.
Albsev rió a mares, como siempre, a causa de las imprudencias de Orión, volteando a verme y preguntándome cómo me encontraba.
—Algo molesto, di una orden, pero al parecer ahora nadie me hace caso. —Albsev posó su mano sobre la mía, mientras respondía con ironía.
—Yo también me alegro de verte, Thomas. Apreté su mano, volteando a verle, mientras Orión se aclaraba la garganta.
—No van a comenzar a darse besos delante de mí. Le pateé con fuerza, mientras éste sonreía, preguntándole a Albsev si deseaba una copa de vino.
El chico le asintió a mi primo, el cual se levantó de la mesa en busca de una copa para el muchacho, mientras que yo volteaba a ver a Albsev, quien colocaba los labios en alza a la esperando de un beso, a lo que respondí dándole un pequeño pico mirándole fijamente.
—¿Puedo saber qué hace usted aquí, joven?
Albsev sonrió después de bajar el rostro, mientras se relamía los labios, acomodándose en el sofá.
—Pues, ¿te soy sincero?... Te extrañaba… no vuelvas a obligarme a irme, sé que crees que hiciste algo bueno, pero en realidad no dejaba de pensar en ti.
Le miré intensamente, escuchado como Orión volvía, llenándole la copa para luego extendérsela, mientras Albsev le agradecía el gesto.
Sin duda aquello me hacía sentir especial, pero después de cinco años aún no sabía cómo reaccionar ante sus dulces palabras… simplemente apreté su mano con fuerza, mientras él me sonreía bebiendo de su copa después de haber brindado conmigo.
—Si se van a poner intensos avisen, ¿quieren? —Albsev miraba de malas a Orión, mientras yo, soltándole la mano al chico, tomaba a mi primo de la muñeca, jalándolo para que cayera sobre el sofá a mi lado.
—Ven aquí, idiota, ¿estás celoso o qué? —Orión se acomodaba en el sofá recostándose de mí, alegando que yo muy bien sabía que no era así y que simplemente le gustaba molestarnos.
Tomé a Orión de la barbilla, levantándole el rostro para que me mirara.
—Me agrada que estén aquí —solté al fin sin poder creer que había dicho aquello, escuchando como Albsev tomaba el paquete, mientras que Orión se ruborizaba al ver que me acercaba a él para darle un beso en la mejilla.
Así había aprendido a llevar a Orión, enseñándole que no debía ser tan celoso mientras que Albsev era, más que el objeto de incomodidad entre los dos a causa del enamoramiento de mi primo, quien más nos mantenía unidos.
—Esto te lo ha enviado mi padre —soltó Albsev entregándome el paquete, volteando a ver de qué se trataba, contemplando un suéter de lana marrón y arena con motivos navideños, escuchando lo que el muchacho argumentaba en un tono entretenido al ver mi cara de asombro.
—Dijo que si alguna vez te decidías ir a pasar Navidad con los Townsend, debías colocarte uno de estos. Traté de no sonreír, pero la comisura de los labios se estiraban dejándome expuesto ante la gracia que aquello me causaba.
—Caramba, mi primer regalo de Navidad departe de papito Henrik… que ternura. Aquello por supuesto lo solté en tono sarcástico, sintiendo el golpe que Albsev me daba con el suéter arrojándomelo encima, mientras yo lo tomaba colocándolo sobre mis piernas para ver los detalles.
Eran un par de renos en un tono marrón oscuro enfrentados entre sí sobre la lana color arena, aquel tono marrón se apreciaba también en el cuello, mangas y en la parte media baja de la prenda.
—Dime que esto no lo tejió él. —Orión reía tomando la botella, volviendo a llenar mi copa y la de Albsev, para terminar con ella al vaciar lo último del vino que quedaba dentro de la suya.
—Claro que no, él le pidió a la abuela Morgana que lo hiciera. Imaginaba que el señor decano no le había dicho a la anciana para quien era, recordando que sin duda esa mujer no me tragaba.
—Mmm… lindo —solté en un tono indiferente, mientras bebía de nuevo de mi copa, escuchando tocar la puerta.
—¡Whinish! —llamé a la erkling, quien apareció frente de la entrada principal, husmeando por el pequeño ojo espía de la puerta para ver de quién se trataba, para luego abrir la puerta sonriendo, mientras saludaba al recién llegado.
—Joven Ghauth… buenas noches. Los tres volteábamos al unísono al escuchar a la criatura soltar el apellido del atolondrado de Astaroth.
—Hola, Whinish Feliz Navidad —le deseaba el muchacho a la pequeña erkling, entregándole un presente.
—¿PARA MÍ? —Todos reían al ver la cara de asombro de Whinish ante el gesto de Ghauth, el cual le asintió, mientras la criatura se retiraba dando saltos por demás encantada al recibir aquel presente después de agradecérselo trescientas mil veces al muchacho.
Sin duda que Astaroth era una persona por demás noble… él no veía diferencias entre su persona y aquella criatura, a la cual le tenía terminantemente prohibido llamarle amo.
El chico comenzó a sacarse el abrigo, el gorro y la bufanda que traía, observándonos a todos, mientras Albsev se levantaba para ir a su encuentro, escuchando como el chico nos deseaba a todos buenas noches.
Albsev y Astaroth se abrazaban mutuamente deseándose feliz Navidad para luego apartarse el uno del otro, encaminándose ambos hacia nosotros, donde Astaroth soltaba de lo más entretenido.
—Creo que vine a hacer mal tercio… espero que no incomode mi presencia al trío pervertido Lestinger/Malswen/Townsend .Sonreí mientras Albsev le empujaba, tornando sus mejillas sonrojadas, y Orión le preguntaba qué demonios hacia él aquí.
—Pues ya hice mi obra social en el C.A.M.A., y como me informaron que Albsev no estaba en la casa Townsend, vine aquí imaginándome que se encontraría con Thomas.
Albsev señaló su copa preguntándole a Astaroth si deseaba una para él, pero éste negó con la cabeza, preguntándome mientras se sentaba en la mesa, palmeándome una pierna a modo de saludo.
—Yo lo que deseo es probar el pavo navideño de Whinish… ¿Ya comieron?
Negué con la cabeza explicándole que no tenía apetito, pero que podían servirse todo lo que les apeteciera, informándoles que este año Whinish había decidido experimentar con pato.
Astaroth se levantó de la mesa llevándose a Albsev con él, comenzando a susurrarse cosas entre ellos imaginando de quien hablaban.
Ignoré el cuchicheo que sostenían en medio del marco de la puerta que daba hacia el comedor, mientras Orión me pedía que me levantara y fuera a comer con ellos, dejando el suéter en el sofá, después de beber lo que quedaba de vino en mi copa, encaminándome tras ellos, escuchando decir a Astaroth.
—Emma Ezireth es un sol… ya la conoces.
Traté de ignorar aquello, observando como ambos se quedaban callados, empujando la puerta que daba al comedor, quedándonos inertes en la puerta al ver que Bell estaba sobre la mesa devorándose el pato à L´Orange.
—¡Maldito lagarto de mierda!... ¿me has dejado sin cena? espetó el joven Ghauth de mala gana a la criatura, la cual le rugió al muchacho, quien invocó rápidamente su báculo por si el animal pretendía atacarle.
Albsev reía mientras yo me acercaba a la mesa, acariciando la cresta del animal con la mano derecha, la cual dividía la cabeza del cuello, mientras que con la izquierda, después de soltar mi copa, le acariciaba el pecho.
—Eres una pequeña traviesa, ¿te has comido tú sola la cena de Navidad? El animal eructaba de manera sonora, escuchando como Albsev reía con más ganas, acercándose a la criatura para acariciarle la espalda.
—Pobre… como que te han tenido pasando hambre, ¿eh?
Bell hacía aquel sonido gutural a modo de quejido como tratando de sonar lo más dulce posible con Albsev, mientras Astaroth maldecía alegando que tenía hambre y que si era necesario cenaría lagarto al carbón con tal de quitarse el apetito voraz que traía encima.
El gran animal de aproximadamente tres metros de longitud de la cola a la cabeza, giraba sobre la mesa, escuchando como tropezaba con la vajilla fina para mirar a Astaroth, soltándole en la cara una nube de humo al eructarle en la cara, haciéndonos reír a todos al ver cómo le había quedado ahumado el rostro.  
Ghauth maldecía comenzando a toser, sacando su inhalador del bolsillo para soltarse varios puff, amenazando a la criatura que tomaba lo que había quedado del pato, bajándose de la mesa para retirarse.
—Juro que un día de estos, maldita iguana con alas, me las vas a pagar.
Bell le rugía mientras yo le regañaba sin poder aguantarme las risas que tenía al ver como aún no lograban llevarse bien ese par.
Llamé a Whinish ofreciéndole a Astaroth una de las servilletas de seda que estaban en la mesa para que se limpiara el rostro, mientras Albsev trataba de acomodar la mesa, observando como el dragón se retiraba por la puerta de vidrio, rumbo al granero que los muchachos le había construido al animal para que lo usara de refugio.
—Dígame, amo Thomas —Le pedí a la erkling que se hiciera algo rápido para la cena ya que Bell se había comido el plato principal, escuchando que la criatura alegaba tener listo otro pato, que ella, junto a sus amiguitos erkling de la zona, se pensaban cenar, mirando a Albsev, el cual le pedía a la pequeña doméstica que solo sirviera cuatro platos y que lo demás se lo podían quedar, pidiéndole disculpas a la criatura por haberle quitado su comida.
—No se preocupe, amo Albsev… yo puedo hacer un pavo para nosotros… yo les traeré el pato ahora mismo.
La criatura se esfumó, tomando mi puesto a la cabecera de la mesa, pidiéndole a Orión que fuese en busca de otra botella de vino al sótano.
Astaroth ayudaba a Albsev a arreglar la mesa, escuchando como un teléfono celular sonaba, observando a Ghauth sacar un Blackberry de su bolsillo.
Miré extrañado a Astaroth, ya que él se rehusaba a usar esos aparatos tecnológicos, como el mismo le llamaba, jurando que jamás usaría uno.
—¿Qué ven?... ¿Jamás han visto a alguien usar un Blackberry? —espetó éste incomodo, preguntándole que a qué se debía el cambio, observando como ambos chicos tomaban asiento y Astaroth comenzaba a responder el mensaje instantáneo que le había llegado, percatándome que sonreía como idiota, mientras Albsev era quien respondía.
—Ese es el regalo de Navidad que le envió Stephano desde Italia.
Alcé una ceja por demás asombrado al ver que al fin el chico se había dignado al cambio, observando como Whinish traía el pato, escuchando a Albsev agradecerle a la criatura que desaparecía después de ofrecernos una amplia sonrisa.
—Imagino que es él quien te escribe. —Astaroth me asentía escuchando como el teléfono volvía a sonar, el chico leía el mensaje y se sonrojaba tratando de no sonreír.
—Caramba, caramba… tanto va el cántaro al agua que termina rompiéndose.
Astaroth dejaba el teléfono a un lado de la mesa, alegando que Stephano se estaba portando bien y eso le hacía acreedor de puntos a su favor.
Orión regresó entregándome la segunda botella de Chateau Margaux, mientras Albsev picó y repartió el pato en raciones iguales, colocándole un poco más a Astaroth a sabiendas de que el chico sufría de un gran apetito que no se saciaba con tan poco.
Sonreí pensando que si ese mismo apetito lo sufriera en el ámbito sexual sería muchísimo más lujurioso de lo que yo era.
Abrí la segunda botella, observando a Orión servír el puré de papas con aderezo, mientras Astaroth comenzó a comer sin esperar la bendición de la mesa, volviendo a llenar las copas, ofreciéndole esta vez una a Astaroth, el cual agradeció el gesto sin dejar de tragar gran cantidad de comida.
Después de un largo rato entre charlas, risas y brindis, terminamos la cena degustando el pastel de hojaldre y nueces que estaba por demás delicioso, aunque por supuesto fui quien menos comió, tan solo probé un poco de cada cosa, sintiéndome por demás satisfecho.
—No puedo comer un bocado más —alegaba Astaroth, a lo que Orión respondía.
—Gracias a Gea, sino nos quedamos a oscuras, pues lo que falta es que te comas las velas.
Albsev comenzó con sus ataques de risa, mientras Astaroth miraba de malas a Orión, el cual le sonrió con malicia, escuchando como el teléfono del nuevo profesor de Literatura de Baylor sonaba, tomándolo en sus manos, contestando la llamada.
—Buenas noches respondió amablemente Ghauth y luego una sonrisa se dibujó en su rostro, escuchando como Orión alegaba divertido.
—Jajajaja… ¿a qué no saben quién le llama? Sonreí bebiendo de mi copa, buscando en mis bolsillos la cajetilla de cigarrillos, escuchando como Astaroth, después de lanzarle un trozo de pan a mi primo, le preguntaba al asiático como se encontraba, pulsando el alta voz del aparato, escuchando la voz de Stephano responder.
—Extrañándote. —Astaroth cambiaba de tres tonalidades diferentes de rojo, soltándole con su típico tono molesto y odioso ante la vergüenza que este le había hecho sentir.
—Tengo el maldito alta voz encendido, Stephano.
Todos reímos escuchando como Stephano reía junto a nosotros, saludándonos cordialmente, a lo que respondimos el saludo casi al unísono, mientras Stephano volvía a hablar, dirigiéndose a mí.
—Vio que es completamente imposible deshacerse de nosotros, aquí estamos y aquí seguiremos hasta que nos corra de la casa con una caución.
Volví a sonreír de medio lado, alegando que para el próximo año lo haría a ver si así me obedecían.
—No le hagas caso, está fascinado de tenernos aquí Respondió Albsev mientras yo rodaba los ojos negando con la cabeza.
—Imagino que así es… Por cierto, ¿dónde está el asís-tonto del mejor abogado de los Estados Unidos? Traté de no reír, observando a Orión, el cual era mi asistente personal en la firma de abogados del gobernador Crow, quien había ganado por segunda vez la gobernación de Tennessee.
—Asís-tonto será tu abuelo, malnacido. —Stephano volvía a reír, esta vez saludando a Albsev, preguntándole como iban los partidos de béisbol, a lo que el aludido respondió que su equipo ya había entrado a las semi-finales.
—Perfecto, Al… Omedeto gozaimasu [Felicidades]. —Astaroth negó con la cabeza ante el empeño de Stephano de enseñarnos japonés, mientras Albsev le soltaba sonriendo ampliamente.
—Doumo arigatou [Muchas gracias]. —Stephano aplaudió, alegando que al fin alguien que estaba aprendiendo a parte de mi persona ya que yo sabía bastante de japonés.
—¿Astaroth?... ¿me has extrañado? —Ghauth nos miraba a todos, volviendo a cambiarle el rostro de colores mientras yo había encendido mi cigarrillo, aspirando una segunda calada, observando a Albsev conversar muy amenamente con Orión.
Jamás pensé en toda mi vida que pudiese llegar a tener a Albsev y a Orión viviendo en la misma casa, y mucho menos, que mi primo se llegase a enamorara de mi pareja, aunque éste no decía nada al respecto sobre ese tema.
Quería tenerlos a los dos, pero mi primo había cambiado conmigo, aunque de vez en cuando lo buscaba y él se dejaba a duras penas. Sí, aquello sonaba como si aún no pudiese dejar de ser un completo malnacido… pero eso me daba igual… yo era el amo y señor aún a pesar de que todos mis planes de conquista se habían truncados, pero eso no me haría desistir de luchar por un cambio, aunque fuese por términos legales, y eso era justamente el porqué me había vuelto abogado legislador y trabajaba junto a Crow en la gobernación del estado, aunque el gobernador lo viera como un castigo.
Mientras seguía sumergido en mis pensamientos, una silueta entra por la puerta que daba a la sala. Orión, Albsev y yo observamos asombrados que se trataba de Stephano, quien entró aún hablando por el celular con Astaroth, el cual se encontraba a espaldas de la puerta, mientras el recién llegado nos hacía el típico gesto de colocarse el dedo índice sobre los labios a modo de hacernos callar, mientras se escuchaba decir a Astaroth que le había quitado el alta voz al Blackberry.
—Sabes que sí… pero tú estabas deseoso de ver a tu padre, ¿no?
Albsev trató de no reír bebiendo de su copa, mientras Orión jugaba con su llavero, invocando y guardando nuevamente el báculo, apretando los labios, aguantándose las risas, dándole otra calada a mi cigarrillo, escuchando lo que el asiático le respondía a continuación.
—Sabes que por ti tomo el respectivo nexus de Italia a Chattanooga en un abrir y cerrar de ojos.
Albsev y yo nos veíamos a la cara para luego sonreírnos cómplice, disimulando mi sonrisa mientras expulsaba lentamente el humo del cigarrillo.
—Sé que sí… pero no me gustaría que te expusieras. —Astaroth sin duda estaba concentrado en su conversación ya que no se percataba de la ausencia de conversación en el comedor, estando completamente atentos a su llamada telefónica.
Stephano se acercó lentamente a Astaroth soltándole al oído, mientras bajaba el Samsung para que este se percatara de que estaba detrás de él.
—No sabes lo que me fascina que te preocupes por mí… Il mio bel ragazzo. [Mi hermoso muchacho]
Astaroth pegó el brinco de su vida volteando a ver a Stephano tan rojo que parecía que de un momento a otro se desmayaría ante tanta sangre acumulada en su cara, mientras Orión y Albsev morían de risa ante el semblante de asombro de Ghauth.
Volví a inhalar nicotina mientras me levantaba tomando la botella de vino y mi copa, acercándome a Stephano que sonreía divertido, estrechándome la mano para luego acercarse a Albsev y a Orión, tratando de darle tiempo a Astaroth a que reaccionara.
—Usted no sabe lo que he tenido que hacer para venir hasta acá a estas horas de la noche.
Le agradecí el gesto, comenzando a caminar hacia la sala encantada, haciéndole un ademán con la cabeza a Albsev y a Orión para que me siguieran y dejar solos a ambos chicos para que se sintieran cómodos.
Astaroth y Stephano se habían hecho pareja… pero en cinco años Stephano no había logrado aún ni un beso de Astaroth. Algo que sin duda yo admiraba de Stephano era la fortaleza, la tenacidad y la entera paciencia que le tenía al problemático y traumado joven, que poco a poco se iba deshaciendo de cada una de sus manías y complejos.
Me senté junto a Albsev mientras Orión colocaba música y se acercaba para que le llenara su copa.
—¿Crees que alguna vez Astaroth ceda? preguntó mi primo, a lo que Albsev respondió.
—Espero que sí. —Le pasé el cigarrillo a Orión, el cual le daba una calada, mientras se recostaba del sofá a mi lado en la misma posición en la que nos encontrábamos antes de que Astaroth llegara.
—Pues, Stephano tiene la paciencia suficiente para lidiar con alguien como Astaroth… sé que logrará sacarlo de todo aquello que le ha hecho mal.
Albsev asintió alzando su copa, la cual ya había llenado previamente, haciendo un brindis porque aquello se hiciera realidad, a lo que yo tintineaba mi copa con la del chico, mientras Orión golpeaba levente la mía.
—Bueno… esperemos que así sea alegué escuchando como los tortolos salían del comedor sumándose a la reunión.
—Por lo menos ya no harás mal tercio le soltaba Orión en un tono entretenido a Astaroth, a lo que el aludido le mostraba el dedo medio a modo de grosería, sentándose en uno de los sofás individuales observando que mi bosque cambiaba a uno de cerezos en pleno verano, el cual tornaba el salón en un rosa pálido, contemplando como el lugar se comenzaba a llenar de pétalos rosados que salían de las paredes, imaginando que aquella visión la hacían ambos muchachos en conjunto.
—Traje obsequios —explicó Stephano acercándose a una maleta que había dejado cerca del árbol de Navidad.
Entregó los regalos y todos comenzamos a destaparlos, encontrándome con un paquete de doce cajetillas de cigarrillos “Yesmoke” de caja roja.
—Yo quiero de esos —soltaba Astaroth, mientras Albsev reía negando con la cabeza, destapando el paquete y lanzándole una de las cajetillas al atolondrado nuevo profesor, quien me agradecía el gesto.
Orión soltaba una exclamación de asombro al ver el suyo haciéndonos voltear a verle.
—Linda, gracias. El chico estaba por demás encantado al ver la billetera “Prada” que el asiático le había regalado. Albsev también había obtenido una, pero en un tono marrón con puntas plateadas a diferencia de la de Orión, que era de piel negra con puntas doradas.
Albsev le agradeció estrechando su mano, mientras le daba una caja de bombones “Pernigotti” a Astaroth alegando que, aunque ya le había enviado su obsequio, no quería llegar con las manos vacías para él.
—Tengo algo más para usted soltó de golpe Stephano sacando de la maleta un pequeño cuadro, el cual el asiático, invocando su báculo, lo hacía mucho más grande… como de un metro de ancho por sesenta y cinco de alto, observando que era un paisaje de la ciudad de Francia.
Me levanté observando el cuadro, mientras Stephano le guindaba en la pared de enfrente, entre la puerta y la ventana izquierda, percatándome que las nubes se movían muy lentamente.
—Los hace un mago ciego italiano… dice que ve visiones de lugares alrededor del mundo y los pinta… lo extraordinario no es que se ve real, sino que la hora que sea justo en este momento en Francia es la que se verá en el cuadro, justo ahora… trataba de explicar Stephano observando la hora en su celular— Son las dos de la mañana… pues en Francia, son las once del mediodía con unos cuantos minutos.
Admiré fascinado aquel cuadro, completamente embobado, como si aquel objeto tuviese un hechizo sobre mí que me hacía desvariar.
Los muchachos hablaban a mí alrededor y hasta podía percibir las carcajadas de estos, que de seguro estaban en la suyas, mientras yo veía a lo lejos la diminuta torre Eiffel y el hermoso puente del Gard. No podía creer que tantos detalles fuesen pintado por alguien que no podía ver y que tan solo había tenido una visión de aquel lugar tan deseado de explorar por mí.
—Te gustó, ¿eh? Parpadeé varias veces para salir de mi ensimismamiento, sonriéndole a Albsev, asintiendo a sus palabras.
—Sabes que muero por pasar unas largas vacaciones en Francia.
El chico tomó mi mano alegando que de seguro podríamos apenas yo terminara todo lo pendiente con Crow y él tuviera sus vacaciones de la MLB [Major League Baseball].
—Perfecto. —Caminé de vuelta hacia el sofá junto a Albsev, abriendo una de las cajas de cigarrillos italianos, siendo Albsev quien me encendiera el cigarrillo con su báculo, observando el juego de mesa que se había armado Stephano, explicándonos a todos las reglas del juego, donde Orión volvió a llenar las copas, agregando esta vez, una adicional para Stephano.
Esta era mi familia, una muy peculiar debía de admitir, pero era la que tan solo en cinco años se había ganado mi aprecio… por supuesto faltaba Randall… que sin duda era, junto a Orión, mi único familiar consanguíneo que no me había dado la espalda en todos estos años.
—¡Por cierto!... ¿cuántos años más le quedan de labor social? —preguntó Stephano haciéndome rodar los ojos a modo de fastidio ante el recordatorio de aquella pena que me había impuesto Crow para pagar todo el mal que había causado.
—Cinco años más… la mayoría los hago en el refugio para criaturas míticas, eso es grato, pero no soporto cuando me manda a hacer labor social con los invenings.
Astaroth sonreía y Albsev palmeaba mi hombro para controlar el mal humor que amenazaba con salir, mientras Stephano alegó que cinco años pasaban rápido, entregándome los dados, pidiéndome ser el primero en la partida.
Tomé los dados lanzándolos sobre la mesa, observando como la pieza que me representaba se movía sola y Stephano tomaba la tarjeta correspondiente a la casilla, tratándose de un castigo, mientras yo alzando nuevamente el rostro, me perdía en aquel cuadro de Francia, pensando que sin duda algo me esperaba en aquel lugar… algo que ni yo podía percibir con exactitud, pero que transformaría por completo toda mi vida, la cual se hacía cada vez más monótona, y que si no fuera por estos cuatro locos, sería aún más insípida y tortuosa.
Terminamos la noche con un ataque de asma emotiva de parte de Astaroth cuando a Stephano le tocó “verdad o reto” y Orión le preguntó que traía debajo del pantalón a sabiendas de los gusto del asiático, quien soltó con total descaro.
—Unas bragas blancas de seda italiana con blonda azul celeste, con una pequeña rosa en la misma tonalidad celeste hecha en bordado de listón fino.
Albsev trató de socorrer a Astaroth palmeándole la espalda para controlar aquel ataque de asma que de seguro había sido, más que por vergüenza, por imaginarse al asiático con aquella prenda de mujer debajo de aquel atuendo masculino italiano que traía.
Orión tosió y tosió a causa del ataque de risa que le había causado aquella respuesta, mientras yo me cruzaba de brazos apoyando el codo de mi brazo derecho sobre el antebrazo del izquierdo para poder apretarme la boca con la mano, tratando de no reírme a carcajadas, aunque se me estaba haciendo difícil.
Stephano reía ante la fechoría, acercándose a Astaroth para tratar de calmarlo con palabras dulces.
Sin duda esta había sido la mejor Navidad en cinco largos años junto a este cuarteto de locos que habían cambiado mi vida por completo.
Aunque para mí, muy en el fondo… sentía que todo aquello, aún, no era suficiente para mí.
Yo siempre quería más de la vida y si esta me había entregado una segunda oportunidad de vivirla ante lo que había sucedido con aquel demonio que estuvo a punto de llevarme al mismísimo infierno, pues no desaprovecharía ninguna oportunidad de vivirla al máximo.


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Nota de autor: He decidido obsequiarles los 4 primeros capítulos de "El azul de la obsesión" como aperitivo antes del lanzamiento del libro en Amazon... Aún le estamos editando... Espero tenerlo pronto... Por los momentos este es el 1er. Capítulo... Que lo disfruten y espero con ansias sus comentarios.

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