Lucian y Azcassia
Malswen
Ante los ojos de Lucian
Desaparecí
del despacho de Alexander con ayuda del nexus que había en su oficina, la
pequeña lámpara de araña de bronce que colgaba arriba del escritorio del jefe
de la policía, reapareciendo justo en el sendero que daba a la casa gracias al
buzón que se encontraba en aquel lugar y servía de nexus.
Comencé a
subir caminando ya que no poseía mi báculo, los magos solo podíamos usar el
báculo para trasladarnos en distancias cortas y fuera de algún inmueble, jamás
dentro de estos, para esos casos utilizábamos los nexus.
Llegué al
fin a la casa donde tan solo se notaban dos luces encendidas, la de
mi habitación, la cual
compartía con Azcassia, y la de Drake y su esposa Artemisa.
Entré tratando
de no hacer ruido observando todo el lugar, habían limpiado toda aquella sangre
y todo se encontraba en su sitio, pero la casa estaba a oscuras, como si no
hubiese nadie en ella.
—¿Azcassia? —gritaba yo apostado en el amplio
salón, escuchando como Azcassia salía de la habitación observando hacia la
planta baja recostada del barandal de madera donde yo le esperaba con una
amplia sonrisa. Ella bajaba rápidamente las escaleras abrazándome y besándome
con intensa pasión mientras yo suspiraba sintiendo calma en mi corazón al
tenerla cerca.
—Perdóname por
ponerte en esta vergüenza, lamento tanto… —Pero ella me hacía callar volviendo a besarme alegando
a continuación.
—Ya todo pasó y
tú eres inocente, sino no estarías aquí, ¿cierto?
Yo comenzaba
a sentirme mal ante sus suposiciones, escuchando como Drake me llamaba bajando
las escaleras abrazándome fuertemente.
Yo le
correspondía el abrazo soltándole a Azcassia con vergüenza en mi rostro.
—Estoy libre
porque negocié mi libertad con Alexander a cambio de… —El teléfono de la casa sonaba y yo
tomaba el aparato escuchando la voz de Randall completamente asombrado al
escuchar quien le respondía.
—¿Lucian? —Yo le afirmaba al hombre sus sospechas
mientras le soltaba a continuación.
—Randall, ya no
debes huir… hice un trato con las autoridades y aquello también te beneficia a
ti.
Pero el
joven y rebelde mago alegaba que él no creía en cuentos de policías y mucho
menos del condenado de Alexander que era un zorro viejo.
—No tienes que
volver si no quieres Randall, pero promete hacer todo lo que te diga, por el
bien de Thomas y el tuyo propio, maldito demente.
El joven
asentía ante mis palabras mientras yo le daba instrucciones de a donde debería
dirigirse y con quien hablar en Noruega, que era donde el muy cretino se había
ido a esconder.
Él asentía a
todo lo que yo le decía escuchando a lo lejos el llanto del bebé, preguntándole
que le sucedía, a lo que él me respondía en un tono de pesar.
—¿Lucian?... ¿Tú
sabes algo sobre el brazalete de Ursa? —Yo miraba a Azcassia, la cual se encontraba pegada al
auricular del teléfono y ésta arrancándomelo de las manos le espetó en un tono
molesto.
—¿Qué le hiciste
al niño, maldito estúpido? —Yo trataba de agudizar mi oído observando como Drake se
sentaba en uno de los muebles sin decir ni una palabra.
—Yo… yo no… no
sabía Azcassia, yo… yo lo vi en el suelo, lo tomé y lo escondí entre las mantas
de Thomas, el brazalete está adherido al brazo del niño y no para de llorar, no
puedo quitárselo.
Yo cerraba
los ojos suspirando para controlar el intenso pesar que sentía ante aquella
noticia, mientras era Azcassia la que se lo tragaba en ofensas e insultos
explicándole que aquella cosa estaba maldita.
Yo le
quitaba el teléfono observando cómo Artemisa se acercaba a la escalera,
haciéndole un ademán a Drake de que se la llevara a su habitación.
—Escúchame
atentamente, debes proteger a Thomas… él es el futuro Señor Terror… debes
protegerlo Randall a como dé lugar y tratar de que su pequeña alma no se
corrompa… ¿Me estás escuchando?
Randall
respondía afirmativamente mientras yo le explicaba la
protección que debía de
hacer día a día al pequeño para poder salvar su pobre alma de aquella
maldición.
Se volvía a
escuchar el llanto del bebé y luego su forma de llorar cambiaba a la de aquel
bebé deforme que había muerto, volviendo a escucharse nuevamente el llanto
normal.
—¿Randall? —Yo comenzaba a escuchar golpes como
si el joven perdiera el control y lanzara cosas contra la pared.
—No puedo con
esto Lucian, lo arruiné, arruiné todo maldita sea —soltaba él en un tono desesperado
comenzando a llorar mientras yo le decía a continuación.
—Dame solo una
semana, debo terminar mis asuntos con Alexander y pedirle que me permita
viajar… quiero que te calmes, que busques a quien te indiqué y que me esperes
allí, ¿está claro?
El chico me
asentía tratando de calmar su llanto de frustración soltándome a continuación.
—Tomé la poción
purificadora, ¿sabes?… la que usan para bendecir a los magos recién nacidos. —Yo le asentía incitándole a
proseguir.
—Cuando solté un
poco de aquello en la frente de Thomas el niño chilló como si aquello fuese
acido, su rostro se desdobló y luego volvió a ser el mismo bebé de siempre.
Aquello sin
duda no era el brazalete, había algo más dentro de él… Recordé el momento en
que trataba de separar a ambos bebés.
—El alma del otro
bebé infectó el cuerpo de Thomas.
Randall
suspiraba comenzando a explicarme lo que había sucedido con el Recaudador de
Báculos, recitándome las palabras exactas que aquella criatura mítica le había
soltado.
—¡Dos almas en un
mismo cuerpo!… —repetía yo sin poder creer aquello —Maldito idiota, ¿por qué no me lo dijiste?
A lo que
Randall alegaba que no le habían dado tiempo ni a pensar entre la confusión de
los báculos con el indeseable de Henrik, el cual se había convertido de nuevo
en padre aquella misma noche.
Yo observaba
como la pequeña erkling nos miraba a todos desde la puerta que daba a la
cocina, sin darle importancia al asunto de los Townsend.
—Te enviaré a
Whinish para que te ayude con Thomas… ellos son muy pacientes y buenos para
cuidar niños, no la maltrates, ¿me has oído?
El chico me
asentía escuchando como trataba de calmar al niño que no paraba de llorar
mientras yo le explicaba a continuación.
—Randy, haremos
las cosas como se debieron haber hecho, necesito tu calma y cordura o nos
iremos todos al mismísimo infierno, ¿me has oído?
Randall me
volvía a asentir, a lo que yo me despedía informándole que mandaría a la
criatura doméstica a ayudarle, trancando la llamada, pidiéndole a Azcassia que
buscara una buena cantidad de dinero para enviárselo al muchacho con la pequeña
criatura, ordenándole a Whinish que se acercara hasta mí.
—Irás con el
señor Randall a Noruega… ¿Me has entendido? —La pequeña erkling me asentía mientras yo le entregaba
una pequeña bolsa de cuero con rollos de dólares dentro de ésta.
—Cuidarás a
Thomas con tu vida, día y noche sin descansar, él es muy, muy importante para
todos nosotros, ¿está bien?
La erkling
asentía nuevamente desapareciendo del lugar, mientras Drake bajaba de nuevo las
escaleras pidiendo una explicación de cómo demonios había salido de la cárcel y
cuál era el trato que yo tenía con Alexander Crow, a lo que yo le respondía a
mi hijo abrazando a mi esposa con fuerza.
—Todos nos iremos
al infierno… y digo todos… magos, criaturas mágicas, invenings y cuanto ser
exista en este planeta, sino detenemos al próximo amo del terror.
Azcassia se
abrazaba a mí con fuerzas mientras Drake preguntaba si se trataba de aquel niño
que había nacido del vientre de su tía Ursa, a lo que yo le asentía escuchando
el horror que mi hijo soltaba a continuación.
—¿Pues por qué no
lo matamos ahora que es tan solo un niño? —Yo me acercaba a Drake soltando a Azcassia, la cual ya
sabía lo que yo haría a continuación tratando de detenerme conociendo el carácter
que me precedía.
Lo miré
indignado lanzándole dos buenas bofetadas bien asentadas, soltándole a
continuación.
—¿Qué harías si
yo te dijera que el futuro Señor Terror es tu futuro hijo, Orión?... ¿Serías capaz de
ir a clavarle un puñal en el vientre a tu mujer, Drake?
El joven me
miraba con la boca abierta y una mano temblorosa posada sobre una de sus
mejillas, negando con la cabeza ante aquella pregunta.
—Entonces no
digas idioteces, que si tú no sientes nada por ese niño yo sí y no permitiré
que nada ni nadie le haga daño, ni siquiera él mismo, ¿me has entendido? —Drake me miraba serio, volviendo a
asentir de mala gana, bajando la mirada.
—Ahora si me
disculpan, ha sido un largo día y deseo descansar.
Yo tomaba la
mano de mi esposa, la cual se detenía posándose en frente de Drake.
—Por cierto, me
tomé el atrevimiento de comprar la piedra de nacimiento de Orión, ten… —Ésta posaba una brillante y pulida
piedra de turmalina sobre la palma de la mano de muchacho, el cual le agradecía
el gesto. Ella comenzaba a subir conmigo las escaleras, a lo que yo le
preguntaba.
—¿Crees que Drake
en verdad nos ayude?
Azcassia
sonreía con cierto aire de prepotencia soltándome a continuación.
—Lo hará… tal vez
no por Thomas, ni por ti… y mucho menos por mí, pero si lo
hará por Orión, eso
tenlo por seguro.
Yo no
comprendía a que se refería con aquellas palabras, pidiéndole que por favor me
explicara aquello, a lo que mi esposa respondía con una amplia sonrisa, justo
en el marco de la puerta de la habitación.
—Tú solo confía
en mí, querido… recuerda que… lo que de la boca sale, del corazón procede y mi
corazón de hechicera es fuerte y jamás se equivoca.
Ella
caminaba hacia el closet en busca de mi báculo, posándolo enfrente de mí, acariciando
la ágata que sostenían las fauces del dragón elaborado en bronce en el mango de mi báculo en forma de
bastón guiñándome un ojo.
—Eres una arpía
mujer —le decía,
soltando una carcajada mientras ella se aferraba a mi cuello alegando que
aquello era un cumplido para ella.
En la
privacidad de nuestra habitación le demostré a mi esposa lo mucho que le había
extrañado, sin duda pasara lo que pasara yo era afortunado, tenía la mejor
mujer del planeta y una de las más extraordinarias hechiceras de nuestro mundo.
Esta
noche no había que preocuparse, ni la próxima ni la siguiente… pero el pasar
del tiempo a veces se hace eterno y otras veces simplemente pareciera que
diecisiete años solo habían sido unas cuantas semanas atrás.Donde Obtener el libro? Pulsa aquí
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